Nuestros Viajes

Un Pueblo De Película, Udaipur

El autobús arrancó y pasó por diversas calles de Mumbai antes de salir de la ciudad. Circuló por la periferia de los Slums y ya sólo una calle que se perdía hacia su interior era algo tristemente increíble y me dio qué pensar. No se qué es peor, si hacer turismo por esos pobres lugares e irte pensando: “qué pena…” o tratar de no mirar en esa dirección y pensar: “ojos que no ven…”. Creo que ambas son malas pero ¿qué podemos hacer los de fuera cuando los propios del país no hacen nada para remediarlo? Es un tanto complicado y un tema amplio que me aleja de lo que quiero contar, de modo que continuemos con el viaje.

Cada vez que el bus pasaba por algún pueblo, alguna parada hacía para tratar de ocupar las plazas libres o llenar de nuevo las que ya se vaciaron.

En todas las estaciones, unos cuantos vendedores de diversas cosas, sobretodo agua fría y frutas, asaltaban el autocar en busca de un pasajero sediento, hambriento o aburrido y en el mayor de los casos se unían las tres cosas.

Asomarse por la alargada ventana era una distracción más y una manera de ver cómo la gente se busca la vida y de cómo flipan cuando les grababa con la mini-cámara (GoPro).

Cuando la noche hizo acto de presencia, al igual que el cansancio y cuando nos acostumbramos a los botes que daba nuestro transporte, conseguimos “conciliar” el sueño. Fue entonces cuando hicimos una larga parada. Bajamos completamente desubicados con algo de hambre y bastante sed, para variar no compramos suministros para el viaje. Pillamos unos zumos y una botella de agua bien fría y entablamos conversación con un árabe que estaba ahí un par de meses de vacaciones, algo que solía hacer varias veces al año (no, no me especificó cual era su trabajo). Al “pobre” le habían cobrado equis (bastantes) rupias por una cama doble con aire acondicionado, pero al final acabó durmiendo en un asiento normal justo debajo de nosotros y sin aire. Nos comentó que había hablado con una familia de cuatro hindúes que habían pagado la mitad que él por lo mismo que cogió en un principio. Durante esta charla conocimos también a Sabrina, una sueca (y no se lo hacía) que había pagado otra cantidad diferente y bastante más elevada que la nuestra, vamos que allí cobran según les dé. Pero una cosa está clara, si eres de fuera prepara la cartera porque aunque regatees y te vayas pensando lo barato que te salió, siempre va a ser más de lo normal… ¡qué perracos! Saben más que los Ratones “Coloraos”.

Nuestra nueva amiga era una chica muy maja, que tras un buen rato de charla en inglés acabó diciendo que hablaba español. Lo aprendió durante otro viaje que hizo desde Canadá hasta Sudamérica. Del Snowboard al Surfing con un amigo italiano. Era azafata de vuelo y se había recorrido medio mundo con la compañía Edelweiss. Creo que ya lo he dicho antes pero lo repito, hay que ver cómo se mueve la gente.

Daban las ocho de la mañana cuando nos bajábamos de la tartana, en una gasolinera en medio de una calle. Estábamos en Udaipur y nada más bajar la gente ya empezó a marearnos como siempre: “¿taxi? ¿you need taxi?”, “I haf guest houses” y bla bla bla… Sabrina llevaba mirado un hotelillo a la orilla del lago que dividía el pueblo y como nosotros no habíamos mirado nada, pues nos fuimos a ver cómo era lo que tenía ella, pero antes de coger un tuc-tuc queríamos saber si estábamos muy lejos, por si nos estaban intentando sacar la pasta por una buena vuelta para luego dejarnos a diez metros de donde estábamos. Decidimos preguntar a uno de los brasas que teníamos pegados enseñándole un mapa de la guía. Lo más gracioso fue que todos sabían donde estábamos, incluso en un mapa que no era de tal pueblo y fue ahí cuando nuestras risas se oyeron hasta en España. Tania sacó ese mapa adrede, por algo que repitió unas cuantas veces estando la primera vez en la India: “…estos tíos no tienen ni idea de leer un mapa, estoy segura de que les pones uno de marte y te dicen que saben donde estamos…” pero como no nos quedaban de ese planeta improvisó el chiste con uno de Agra, y es que esta gente te dicen a todo que si y después ya se las arreglaran para llevarte si no saben… están hechos unos buscavidas.

El conductor del tuc-tuc “sabía” donde estaba el hotel al que íbamos, pero no por ello dejó de llevarnos al de un tío suyo aunque no coló y después nos dejó en el nuestro.

Un sitio precioso, un tanto lioso para llegar a la recepción-bar-restaurante-terraza, subir y bajar escaleras, pasillos estrechos girar por aquí y luego por ahí pero con una decoración increíble que nos encantó aún más cuando al llegar a la azotea nos encontramos con unas vistas fabulosas de todo el pueblo, con su castillo, su lago, sus templos etc…

Sabrina tenía reserva y nosotros tuvimos suerte, porque nos dijeron un precio por una habitación que al final no tenían libre y nos alojaron en una superior por el mismo precio, con agua caliente, cama doble,

ventilador, aire acondicionado (menos mal porque sino nos habríamos derretido, el pueblo está en pleno desierto) y ¡hasta tenía bañera! Tal fue la alegría de esto último que me metí vestido y ya de paso lavé la ropa.

Con los buches llenos de cosas buenas, baratas y ricas, Tania y yo nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad. Cruzamos el lago por un puente justo a las doce del mediodía, cuando el sol más apretaba pero, como en Mumbai, teníamos pocos días para ver el pueblo.

Para entrar y salir del puente había que pasar por una vaya giratoria de hierro oxidado por la que apenas entraba una persona y poco después supimos el porqué de esas “puertas”.

Para que las vacas no crucen el puente, pero como son un poco tozudas vimos a una que intentaba cruzar y se quedó atrancada. La única forma que hubo de sacarla fue a gorrazos para que reculara.

En el puente, bajo unas telas que daban sombra, nos encontramos con una familia que pasaba el día ahí, aprovechando la única brisa que corría entre los dos lados del pueblo mientras trataban de ganarse unas cuantas rupias.

Ella, con un vestido verde, largo, vaporoso y de escote cuadrado y un pañuelo amarillo en la cabeza, vendía pulseras, tobilleras y demás artículos hechos de una supuesta buena plata. Él, con un gran turbante en su cabeza, una barba corta cubriendo su rostro y un buen y cuidado bigote, tocaba un instrumento típico de la India.

Era lutier y músico, tocaba y vendía sus propios CD´s, grabados en Francia…bueno, eso decía. Mientras yo le tiraba unas fotos, charlaba con él y me dejaba intentar tocar ese instrumento, Tania le compraba unas tobilleras a la mujer y los niños nos pedían las pipas que íbamos comiendo.

La charla fue agradable pero con estas personas no hay charla que no acabe en intento de vender algo, cosa normal, viven principalmente de los turistas.

El resto del día pasó rápidamente entre calles enredadas, vacas, polvo,

tiendas, basura por cada esquina y edificios con mucha historia.

Comimos una tortilla de patatas muy lejana de estar tan buena como las que hacemos en España, pero al estar tan lejos de casa nos supo de maravilla.

Reposando la comida en la terraza del hotel nos encontramos con Sabrina. Ella visitó el Palacio, allí habló con gente que le recomendó ir a ver un espectáculo de danza esa misma noche en lo que ellos llamaban museo (dos cuadros y una estatua) que daba al lago.

A las ocho estábamos en la puerta comprando las entradas, visitando el museo y admirando sus vistas a pie de lago.

El espectáculo fue realmente bueno, nos lo pasamos muy bien viendo a unas mujeres de varias edades bailando con unos coloridos Sharees.

Disfrutamos del directo del hombre que conocimos en el puente y de la danza de su señora y alucinamos con el equilibrio que tenía la mujer más mayor y menos delgada de todas, para moverse con soltura con una ristra de jarrones sobre la cabeza, un total de nueve.

La vuelta al hotel fue muy agradable y las vistas desde la azotea con todo iluminado eran un autentico espectáculo.

Dormimos cómodamente y a la mañana siguiente salimos de nuevo a la calle antes de que hiciera más calor.

Fuimos a ver el Palacio, muy bonito por fuera que fue para lo que pagamos.

Llega un momento que tanto Palacio cansa un poco, la verdad y encima con ese calor se te quitaban las ganas de hacer nada. Aún así tomamos unas cuantas fotos y seguimos paseando por todo el pueblo, por ambas orillas.

Llegamos a un extremo donde se veía un hotel en medio del lago (localización de la peli Octopussy).

En ese extremo habían unas escaleras que acaban en el agua donde se bañaban unas cuantas personas y en donde, descansando bajo una buena sombra, entablamos conversación con un señor que al final nos dio la tarjeta de su negocio de venta de abalorios. Nunca pierden oportunidad, aún estando de relax a orillas del lago.

El resto de la caminata por esas estrechas calles fue cansada pero mereció la pena ver a toda esa gente tan colorida que nos dejaban hacernos fotos con ellos, es más, nos pedían que nos hiciéramos fotos con ellos/ellas.

De repente de la boca de un joven hindú salieron las siguientes palabras: “¡Hola Hola, caracola! No por mucho madrugar amanece más temprano”.

Era un joven artista que pintaba cuadros y que había ido un par de veces a Barcelona para vender su arte en ferias y entre los pocos días que estuvo allí, más las personas con las que había tratado de habla hispana, logró aprender el idioma y los refranes le gustaban mucho, así que le dijimos un par más y tras charlar un rato más nos fuimos.

Sabrina (por cierto se llama así por la película, la de Audrey Hepburn) no había planeado su ruta, lo único que llevaba programado era ir a Pushkar a ver a una amiga que vivía allí desde hacía unos meses. Nosotros también queríamos volver a ese pueblo, pero antes nos íbamos a ir a ver a la Ciudad Azul, Jodphur. A ella no le pareció mal y nos preguntó si podía venirse con nosotros, de modo que nos compramos los tres billetes para otro autobús “Sleeper” sin aire acondicionado que salía por la noche a nuestro nuevo destino.

Por muchos autobuses, trenes, taxis, tuc-tuc, que hayas cogido en la India nunca vas a dejar de ver algo que no creías que pudieras ver o experimentar y esa noche no iba a ser menos.

Udaipur fue una ciudad que nos sorprendió gratamente y en la que nos hubiéramos quedado más tiempo para disfrutarla del todo y para ir a ver uno de esos pases, casi diarios, de la película de James Bond que tanto me apetecía ver y que a día de hoy sólo he visto el trailer, pero la Ciudad Azul tenía buena fama.

Nos preparamos de nuevo la mochila, nos despedimos de los del hotel y de su perrazo y cruzamos el lago para coger un tuc-tuc que nos llevase a la estación… bueno, otra callejuela en otra noche oscura y calurosa en la que esperaríamos más de dos horas entre diferentes olores y un montón de chiquillos pidiéndonos lo que fuera, incluso champú, antes de que saliera nuestro transporte. Cruzamos los dedos para que fuera lo más nuevo posible, como nos habían vuelto a decir que sería.

1 comentario

  1. marta y adri

    Queremos saber más!!
    Qué pasó en la ciudad azul? Visteis de nuevo a vuestros amigos? Hay más anécdotas divertidas?
    Aún tienes aquí a tu superfan esperando ansiosa el «continuará» para leerlo a la hora de la teta.
    Besetes

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *