El barco salió puntualmente. Pensábamos que nos habían dado un camarote para nosotros pero era una gran sala con un montón de literas dispuestas de cuatro en cuatro. La verdad es que no estaba mal y descansamos todo lo que pudimos en un sitio así.
Pisamos tierra firme de madrugada y nos subimos a un maxi-bus hasta un bar restaurante, donde bajamos para validar los billetes y en donde esperamos un buen rato.
Suponemos que lo hacían para que entráramos a tomar el desayuno en ese bar. Lo tienen todo muy bien pensado. Nosotros llevábamos unas galletitas y unos zumos. El viaje hasta Krabi fue tranquilo. Dormimos, escribí, hablamos, hicimos paradas etc… Las carreteras de Tailandia son carreteras como tienen que serlo, asfaltadas, bien asfaltadas.
Cuando llegamos a Krabi, nos llevaron directamente a otra agencia de viajes.
Nos bajamos todos, Valeria y Mariano, tras un rato de espera, se fueron en otro bus destino Koh Lanta. La verdad es que no pensábamos que íbamos a tener tantas despedidas en este viaje. Lo bueno es que cogimos los correos electrónicos de todos y espero que mantengamos el contacto.
Pasamos por completo de quedarnos en Krabi y compramos en esa agencia un billete para Koh Phi Phi en el mar de Andamán, donde se rodó la película de La Playa (más concretamente en Koh Phi Phi Leh, una isla más pequeña enfrente de Koh Phi Phi ). Independientemente de que os guste o no la película fue un verdadero estropicio lo que hicieron con ella durante el rodaje. Modificaron la vegetación autóctona de la isla, construyeron cabañas para el set del rodaje y un sin fin de modificaciones por el antojo del director. También hicieron que aumentara el turismo en esa zona y que diaria y masivamente acudieran un sin fin de barcos que deteriorando los fondos. Pero en 2006 el Supremo condenó a la productora (Fox) a restaurar el medioambiente de esta isla, o algo así leí en internet.
La mujer de la agencia, que tenía la nariz como Don Pinpon y que se había comido su propio peso en hamburguesas, nos dijo que estuviéramos ahí a la una de la tarde porque de ahí nos llevarían en un taxi al barco que salía a la una y media. Así lo hicimos, pero a la una no apareció ningún taxi a y diez le preguntamos a Don Pinpon y me puso una cara de: “mierda, me había olvidado de vosotros”. Menos mal que llegamos a tiempo.
Koh Phi Phi se podía haber renombrado tranquilamente como Koh Gui Ri. Bajamos del barco atestado de niñatos en busca de juerga y tuvimos que pagar una tasa de limpieza de puerto de diez Bahts por persona. Elegimos de un panel enorme uno de los hoteles que ofertaban (creo que en ese panel estaban todos los de la isla), buscando la zona más tranquila. Los precios allí son más altos que en Koh Tao. Pensábamos que nos vendría un taxi a buscar pero recordamos que en esa isla los vehículo a motor están “prohibidos” salvo los barcos. Apareció un chico con un gorro cónico muy chulo, con un súper carrito de dos grandes ruedas donde puso nuestras mochilas y las de otros extranjeros que iban al mismo hotel que al final fueron unos bungalows muy agradables. Pasamos por las calles del pueblo, vimos una inmensidad de restaurantes de todo tipo, bares de copas, puestos de ropa, gafas, abalorios etc.. y todo lleno de extranjeros que incluso llevaban algunos de esos negocios.
Phi Phi tiene, como todo Tailandia, un montón de gatos por todas las esquinas, suponemos que será para que la mantengan limpia de bichos, pero lo curioso es que los tienen en casi todos los comercios y están tan acostumbrados a la gente que se acercan en cuanto antes.
También en Phi Phi vimos un montón de cangrejos ermitaños, arañas, plantas, flores etc… una naturaleza de lo más dispar allá donde fueras. En cada casa o comercio nos encontramos con unos pájaros enjaulados que creemos que son de buena suerte.
Saliendo ya un poco del meollo nos encontramos con unos cuantos carteles en los que indicaban la dirección en la que había que correr en caso de aviso de tsunami. También encontramos un edificio hecho sobre pilares en el que había unas letras que señalaban: “Tsunami…” y no supimos si ese era el refugio hacia donde había que correr o si era un edificio en honor a las víctimas de aquel horrible suceso.
La isla es como un “∞” y en a la parte central, la más baja y la más estrecha (mide tan sólo cien metros) es donde se emplaza la ciudad. No nos extraña que se perdiesen tantas vidas en ese momento. En algunas partes había carteles del antes y el después y según vimos entró por una playa y salió por la otra arrasando todo lo que encontraba a su paso. Tuvo que ser horrible.
Llegamos a una cuesta que poco a poco se iba pronunciando hasta que el chico no pudo subir más y esperamos a qué una furgonetilla bajara, ¿no se suponía que no estaban permitidos? Pero sólo la usan para subir a los clientes y sus mochilas en el último tramo y encima lo hacía marcha atrás.
Los bungalows eran simples pero apañados, tenía la típica mosquitera circular colgada del techo, sobre un cochón en el suelo y un baño.
Con el calor que hacía, el cuerpo nos pedía playa y por la hora que era también nos pedía comida. La playa, Loh Dalum Bay, era extensa, de arena blanca y con un montón de conchas que no pudimos parar coger. El agua turquesa, transparente y muy caliente. El sol pegaba fuerte, pero daba igual, era un placer enorme encontrarnos bajo ese sol, en ese momento, viendo como la playa con forma de media luna abrazaba ese mar que se escapaba entre sus dedos hacia el horizonte lejano.
Qué tiene la playa que tanto atrae, qué tiene el sol tanto relaja, qué tiene el mar que tanto engancha.
Comimos algo, nos tomamos unos zumos de frutas que tanto nos han gustado (que en cuanto lleguemos a España una batidora de vaso cae fijo) y dimos una vuelta por ese pequeño pueblo y encontramos una tienda de cosmética natural. A Tania le hicieron los ojos chiribitas y compramos un botecito de hierbas y especias para la alergia y el asma que sólo había que oler, un ungüento para las picaduras de mosquitos (que llamamos “la cosa verde” y que Unai buscaba en Koh Tao pero no encontró) y un aceite de coco que servía para el pelo, la piel e incluso para cocinar, es el equivalente a nuestro aceite de oliva.
También pasamos a preguntar cuanto costaba una inmersión en un centro de buceo, pero se columpian un poco con los precios. De los ochocientos Bahts que nos cobro el “Brujo” por una, aquí nos pedían el doble y encima teníamos que coger, obligado, el pack de dos. Así que agradecimos en cierto modo que tuviera un poco tocado el oído, porque si no nos lo habríamos planteado en serio.
Koh Phi Phi se caracteriza por sus formaciones kársticas (formaciones sedimentarias). Los islotes que hay dispersos por todo el archipiélago son de frondosa vegetación y tremendos acantilados que son un paraíso para los escaladores que, según nos conto Javi, es un tipo de escalada que se empieza desde el agua, sin cuerdas ni arneses y se sube hasta cierta altura pues luego todo lo subido hay que volverlo a bajar… saltando al agua. Por lo que no es muy aconsejable subir en demasía.
Teníamos otra vez tantas ganas de más playa, que al día siguiente tras despertarnos al ritmo del “o vi, o va, cada día te quiero más o vi o vi o vi ova…” estuvimos desde las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde y la mayor parte dentro del agua, que por cierto nos sorprendieron dos cosas: que era una playa larga, es decir que te ponías a andar hacia el horizonte y no había forma de que te cubriera más de la cintura, aunque suponemos que era porque nos cuadró la marea bajando; y dos, que apenas vimos vida, pero también supusimos que era por la presencia de muchos botes y fuerabordas o por los fondos arenosos debidos al tsunami que destrozó la mayor parte de los corales que encontrábamos rotos en la orilla.
Todos, o la mayor parte de los islotes, estaban erosionados por la acción del mar en su base, dándoles una curiosa forma. El archipiélago lo forman un montón de islas a las que nos apetecía ir. En un principio pensamos alquilar un kayak para ir a ver las más representativas pero nos dimos cuenta de que éramos un tanto flipaos, estaban más lejos de lo que creíamos y a parte, para ir a Maya Beach teníamos que adentrarnos un poco en el mar y la verdad es que no hubiese sido buena idea. Buscamos pues un taxi-bote para ir pero nos pedían un precio desorbitado. No nos quedó otra, muy a nuestro pesar, el ir a una agencia que por la mitad del taxi-bote fuimos los dos… bueno, los dos y otros dieciocho más. Volvimos a caer en las garras del turismo guiado, pero si no queríamos pagar mucho era la única forma de hacerlo.
La situación era un tanto contradictoria, nos quejamos de que durante el rodaje de esa peli destrozaron a su antojo la isla y que el turismo generado también ayuda a destrozarlo pero teníamos muchas ganas de ir a verlo, menuda comida de cabeza.
Igualmente el día indicado a la hora indicada esperábamos sentados con las cámaras en las mochilas, a que llegasen todos los pasajeros y con una bolsa con comida y agua que nos dieron.Cogimos un bote típico de Tailandia en el que entrabamos los veinte un tanto apretados. Me preocupé un poco por la cámara, porque según la ruta teníamos que saltar al agua sin tocar tierra y luego subir mojadillos. Pero no quería hacer sólo fotos con la Go-pro (cámara pequeña de agua que uso para surfear o bucear, de buena calidad pero sin zoom y con lente fija de ojo de pez). Pero cubrí la mochila con la camiseta, la lycra y el pareo de Tania y por suerte no se mojó nada.
Primera parada, The Monkey Beach. Una estrecha y larga playa llena de monos súper acostumbrados a la gente que se nos acercaban para que les diésemos comida y se pondrían la botas, porque había más botes y más gente que monos.
Muy graciosos pero una parada estúpida para rellenar la ruta, por qué no sé si los monos estarían allí por ellos mismos…
Segunda parada, The Viking´s Cave. Aquí realmente no paramos, simplemente pasamos más lentos para sacar la foto, que no nos gustó. Tampoco nos explicaron nada acerca de ella. Vimos a la entrada de la cueva una estructura parecida a un muelle hecha de bambú donde había un hombre pescando.
Tercera parada, Snorkel Point. Saltamos, nosotros bajamos por las escaleritas de quita y pon para no perjudicarme más el oído, a una zona de aguas más transparentes de lo que habíamos visto hasta la fecha, rodeados de estás formaciones rocosas tan increíbles y con una vida bajo las aguas que se podían ver a simple vista.
Los peces pasaban a escasos metros nuestros e incluso algún que otro atrevido aún más cerca. Ambos nos decíamos constantemente: “¿has visto eso?, ¿mira ese pez?” y cosas por el estilo.
¿Cómo pueden estar tan acostumbrados al ser humano? Pregunta que se nos auto-respondió al mirar al bote y ver al guía-capitán-pescador tirando trozos de piña al agua en todas las direcciones. Aún así fue fantástico.
Cuarta parada, Maya Bay. Otro sitio paradisíaco donde los haya. Otra vez las puras y limpias aguas nos acogían mientras veíamos, desde su base, cómo los islotes se levantaban alrededor nuestra como gigantes que llevan dominando esa zona durante miles de años, esperando que llegue el día en que la erosión les haga caer, día que nosotros no veremos.
Quinta parada, Maya Beach.
Nos acercamos lentamente a la orilla de esta playa de arenas más blancas.
Un paraje precioso que nos cautivó y horrorizó al mismo tiempo con la cantidad de gente que había. Sólo faltaba que pusieran un parking de botes. En la playa, un poco escondido, un chiringuito.
Nos adentramos por un camino hecho entre la maleza y las palmeras y fuimos a dar a una zona que supusimos era donde se alojó el set de rodaje de La Playa y de la que salimos pitando por la cantidad de mosquitos que nos estaban devorando con ansia.
A la salida, vimos otro cartel de “Ruta a seguir en caso de tsunami”, los pobres andan bien escarmentados en estos asuntos.
Esperamos en la playa paseando, haciendo fotos y flipando con cada personaje que había por ahí hasta que nos dieron el toque de queda para regresar.
Vuelvo a repetir, que por mucho que nos gustara este sitio, no acabábamos de estar totalmente felices, pues habíamos formado parte de este turismo erosionador que tan poco nos gustaba.
Nos quedaba una última parada y era en el mar, a ver la puesta de sol. Pero por decisión de unos pocos y el no entendimiento de otros (como nosotros) nos fuimos a tierra. Al poco entendimos porqué. Era el día de la “Half Moon Party” y es que por hacer fiestas que no quede excusa alguna, porque más tarde sería, como vimos anunciada, la “Blue Moon Party”.
Llegamos a la playa de la fiesta tras dar un paseo y tomarnos algo. Queríamos ver el ambiente y menudo ambiente. Desde el principio de la playa hasta casi el final habían cerca de “trescientosmil” bares, todos con el mismo tipo de música pero con temas diferentes. Si estabas en uno de ellos, pues bueno, sólo oías esa canción, pero desde fuera las escuchabas todas a la vez.
En varios de ellos empezaron a hacer juegos de luces con una original comba de luz roja mientras los turistas saltaban y otros haciendo malabarismos con fuego, hasta uno sacó una especie de lanzallamas apuntando al aire, una locura.
Koh Phi Phi es una isla preciosa y perfectamente conservada… para el turismo. Un turismo de fiesta, de masas y caro. Un tipo de turismo que no andábamos buscando pero que era inevitable dar con ello, más aún si vienes a este archipiélago. Pero de todas formas era un lugar que queríamos ver y lo disfrutamos a nuestro estilo todo lo que pudimos porque, pese a esos inconvenientes que le vimos, es un sitio increíble.
Entrada más sosa … nos tienes mal acostumbrados…
Por cierto cuidadin, que el Sudeste Asiático está movidito:
http://elpais.com/internacional/2012/03/31/actualidad/1333185812_848956.html
Habiamos visto estos islotes en un correo que nos enviaron hace tiempo y ahora hemos buscado en Google la de Koh Phi Phi y hemos podido constatar el deterioro que han hecho para promocionar el turismo que, además todo lo estropea. La playa estrechada por los bungalows y una maraña de gente tumbada por todas partes y jugando a la pelota en el agua. Es una pena pero estas cosas las traen la modernidad y la gente que solo busca diversión, a los que no les importa un comino si estropean o no.
En Google aparecen una serie de fotos enviadas por viajeros como vosotros, e incluso relatos hechos por esas personas, parecidas a vuestro Blog pero menos interesantes.
Tambien hemos comprobado lo de los monos, los gatos y los pajaros enjaulados.
Nada más por ahora, Esperamos más relato y más fotos. Muchos Muaks para los dos
Por ahí no pisamos, nos venía un poco retirado y la masa de peña que nos esperaba nos echo para atrás. En vez de eso fuimos a Samui, más cara y con menos gracia que Tao.
¿Ya no hacen lo de los los globos de aire caliente con una antorcha dentro, alejándose en la noche hasta perderse de vista? Cuando vi eso me vino a la cabeza la imagen de un pescador en Madagascar flipándolo al llegar a la playa y verla llena de basura rara (los restos de los globos…)
Es verdad, las cosas están feas en Tailandia. Han visto OVNI’s http://www.youtube.com/watch?v=xaRcBfReAKI
«Yo veo el mundo con gran angular» — Juan, un día cualquiera.