En la misma Lipe compramos los billetes para entrar a Malasia por una isla llamada Penang, por la que pensamos sería el mejor sitio para ello pues no se encontraba muy lejos de donde nos estábamos, lo malo era que no había barco directo y teníamos que dar una vuelta increíble. De Lipe a Surat Thani en barco y allí tendríamos que coger un bus hasta Hat Yai en donde cogeríamos otro bus hasta Penang (la isla de Penang está unida a Malasia por un puente enorme de trece kilómetros) y todo ello con unos horarios fijos.
Cogimos un bote que nos llevaría a una plataforma flotante cuadrada en medio de la playa. Esperamos a que llegara un fueraborda que se llenó hasta la bandera y en el que en una hora y media llegamos al puerto de Surat Thani, a las 10:33. En teoría estaba todo cuadrado para que, en esta primera parada, a las 11:02, cogiéramos el bus para Hat Yai y de allí salir a las 15: 31 en el último bus para Penang. Bajamos despistados pues no sabíamos bien donde teníamos que ir para pillar el bus. En un principio pensé que aparecería alguien con un cartel indicando nuestro destino pero Tania miró el billete y vio que teníamos que buscar otra agencia de viajes, “Cat Yai” o algo parecido. Al encontrarla nos chequearon el billete y nos dijeron que esperásemos media hora hasta que llegase nuestro transporte. Así lo hicimos, dejamos las mochilas, nos sentamos en unas sillas a la sombra al lado de una pareja mayor de japoneses que supusimos esperaban al mismo bus. Una hora después (a las 11:33) seguíamos esperando. Preguntamos, y respondieron: “in fifteen minuts…”. Un tanto preocupados les comentamos que a las 15:01 teníamos que estar en Hat Yai: “Don´t worry… only two hours. In fifteen minuts it´s here”. Vale, dos horas son las que se tardan en llegar a Hat Yai, pero si no hay bus da igual lo que se tarde, aparte de que dos horas de ellos a saber lo que son en realidad y no sabíamos cómo eran la carreteras, si habría tráfico y bla bla bla. Los nervios se hacían cada vez más presentes y nos intentaban calmar con un, “the bus is coming”, a lo que respondimos “When?”, “in fifteen minuts”. ¡¡Madre mía!!, nunca quince minutos dieron tanto de sí. Las 12:08, llega un hombre y nos dice que cojamos las mochilas y le sigamos. Respiramos algo tranquilos pero con la mosca detrás de la oreja… y la mosca resultó ser un moscardón… nos llevaron a otra agencia de viajes que había a cien metros de la primera y nos dicen que esperemos ahí. En ese ahí, había una pareja de italianos de unos cuarenta y muchos años y otro español también con los nervios a flor de piel, pero esperamos un poco más…concretamente quince minutos. Me levanté bien decidido y con el inglés fluido que me sale estando cabreado le dije que me devolviera el dinero y que ya nos las arreglábamos nosotros para ir a Hat Yai. Sacó del bolsillo un móvil y llamó. Los italianos también se pusieron en pié, chapurreaban bastante bien el español y hablando con ellos llegamos a la conclusión de que como había poca gente para ir a Hat Yai lo que estaban haciendo era esperar a ver si llenaban una maxi-furgo pero como ninguna de las dos agencias lo llenaba individualmente nos unieron. Para colmo no habían llamado a ningún bus hasta estar seguros de llenarlo… si no, no les sería tan rentable. Las 12:41, el tiempo apremiaba. Llegó un pick-up 4X4 y la señora nos dijo que nos bajaban en ese coche. Estábamos, los italianos y nosotros subiendo las mochilas a la baca, cuando, salidos de la nada y con una rapidez pasmosa para esa edad, la pareja de japoneses se mete en el coche y se empiezan a hacer los locos. Los italianos y nosotros nos quedamos fríos, otro hombre empieza a meter en la parte de atrás las maletas de los japos y la mujer de la agencia diciendo que subamos, que entramos todos. Pero vamos a ver señora, ¿cómo vamos a ir seis en cuatro plazas?. La mujer nos señala un hueco que queda en el maletero (maletero de un todo terreno pick-up), nos subimos como pudimos y aún sin espacio, la mujer intenta meter al otro español, pero ¿qué le pasa a esta señora por la cabeza? Nos iban a llevar como si fuésemos perros (sólo nos faltaba el collar) y encima quería meter a más… No lo podíamos creer, menudo follón: el italiano diciendo al conductor que bajase sus mochilas, la italiana diciéndole a la mujer que en ese coche íbamos a ir nosotros y ellos y que bajara a los señores, el otro español con las manos en la cabeza sin dar crédito, los japos a su bola como si la cosa no fuese con ellos, yo de los nervios increpándole a la señora que nos devolviese el dinero de una vez y Tania diciendo: “Like a dogs, like a dogs”, sólo faltaba Groucho Marx diciendo “…y dos huevos duros”.
Finalmente llegó una mini-furgo y nos metimos todos a las 13:07. Las tres parejas atrás, la mujer de la agencia y el español con el conductor. La cosa no acabó ahí porque los japos, los italianos y nosotros íbamos hacia el este, el español hacia el norte y la furgo iba hacia el sur, ¿por qué? Porque la mujer antes que devolverle el dinero al español (o a quien fuese) prefirió dirigirnos al sur para interceptar a otra furgo que salía desde allí con destino al norte, furgoneta en la que, según nos dijo el español, era de diez plazas e iban doce…¡pobre chaval! Ya le veíamos agarrado al techo de la furgo… pero de repente el chico hizo parar nuestro vehículo en un arcén de la autovía, se bajó y con él la mujer, para darle aún más la lata, le deseamos buena suerte y se fueron discutiendo. Nuestra furgoneta dio la vuelta ahí mismo, recorrió dos kilómetros y volvió a dar la vuelta… lo que faltaba, el conductor no sabía donde íbamos, menos mal que fue una falsa alarma y se encaminó en la buena dirección.
Ya en Hat Yai los italianos iban al mismo sitios que nosotros, a la agencia “Cat Yai”, los japos iban a la estación de autobuses y cuando el conductor hace la primera parada nos dice: “The train station”. ¡¡La madre que lo parió!! ¿Cómo pueden ser tan inútiles?. Le echamos una bronca de flipar, que ya eran las 15:03 e íbamos a perder el bus, qué nos llevara a la agencia esa de una vez. Nos miró y dijo: “in fifteen minuts…” ¡¡¡AHHHHHH!!!
Los de la agencia nos estaban esperando, resultaron ser muy majetes y puntuales. Nos despedimos de los italianos que nos dijeron que si íbamos por Roma nos pasásemos por la “Escuola di Teatro” y les encontraríamos por allí.
En esta maxi-furgo llena de gente, nos acercamos a la frontera con Malasia. Primero paramos en la parte Tailandesa, bajamos, hicimos cola, nos sellaron la salida y volvimos a la furgo. A los dos minutos (que no quince) paramos en la parte de Malasia, bajamos, cogimos las mochilas, hicimos otra cola para que nos sellara un chico que se llamaba Iván Rodríguez, al que no le pregunté nada pues tenía cara de pocos amigos y volvimos a subir a la maxi continuando así la marcha.
De camino a Penang, más relajados, Tania empezó a tener molestias intestinales, hacía cosa de tres días que no iba al baño y se notaba hinchada e incómoda. A ella siempre le ha costado un poco hacer de vientre, pero nunca tanto como en algunos sitios de este viaje. Ese malestar, en ese autobús, en aquella dirección era sólo el principio de lo que le esperaba unos días más tarde.
Ya lo pensaba yo…con tanto arroz yo estaría tupida (como dicen aquí) jeje
No nos podéis dejar así…otro capítulo! Otro, otro,otro…y 2 huevos duros! Jeje
Besetes
Las agencias en Tailandia son unas estafadoras tremendas. Te hacen pasar unos malos tragos con su estafas y mentiras tremendas. Que bien que al final salió.