Nuestros Viajes

Un Largo Camino

Parece mentira la facilidad que hemos adquirido para despertarnos cuando tenemos que hacerlo sin necesidad de despertador, pero esa mañana fue fácil. Tania no pegó ojo apenas, los dolores “barriguiles” le estuvieron molestando toda la noche. Debía ir al baño con urgencia, pero no porque no se pudiera aguantar si no porque llevaba ya seis días sin hacer ninguna deposición. La tripa la tenía hinchada y las molestias iban en crescendo. Entró en el baño con buenas intenciones pero no consiguió más que salir con la sensación de que su cuerpo no se abría. Calibramos la posibilidad de quedarnos una noche más y ver si podíamos cambiar los billetes, pero tras un momento de descanso en la cama ella decidió continuar con el viaje; de todas formas el billete no lo cambiaban.

Salimos al hall, pagamos la cuenta y esperamos a que viniera el “Teksi”. Para variar, nuestro transporte no llegó puntual. Otra vez con los nervios de saber si llegaríamos a tiempo. Apareció veinte minutos tarde, justo cuando yo me encontraba en el cuarto de baño haciendo lo que Tania no podía. Acabé con prisas, salí, cogí mi mochila y subimos al taxi. Entramos en la estación en el momento indicado y nos sorprendió lo confortable que era el autobús. Los asientos eran anchos, se reclinaban hasta casi tumbarse, tenía un buen reposa-cabezas y reposa-piernas y aire acondicionado como debe ser. Nos acomodamos en nuestros asientos y esperamos a ponernos en marcha. Pero lo que se puso en movimiento fue el estómago de Tania, que le pedía a gritos ser vaciado. El autobús arrancó y los retortijones hacían que Tania se doblase en su butaca, poco a poco fue perdiendo su color natural hasta casi palidecer, unas gotas de sudor aparecieron en su frente, los escalofríos le cruzaban la columna y sus músculos se tensaban. Era imposible seguir en el bus, no podía estar cinco horas ahí metida. Por suerte, o por desgracia, el autobús no acabó de salir de Penang, si no que estuvo dando vueltas para llegar a otra estación y hacer una parada para que subieran otros tantos pasajeros. Fue el momento de intentarlo de nuevo. Bajamos y le dijimos al conductor y a una señora que había controlando los tickets, que íbamos al baño, “no problem, we stay here fifteen minuts”, otra vez los dichosos quince minutos… Bueno, eran más que suficientes. Muy a su pesar, Tania entro en los baños de la estación, yo aproveche y entre en el de caballeros.

Tania: Entré tras pagar unos pocos Ringgins que, en teoría, eran para mantener los baños limpios, digo en teoría porque no entiendo cómo limpian allí. Cuando pisé el suelo de aquel baño casi me caigo del resbalón. Estaba todo encharcado, una mujer regaba el suelo mandando la mierda de un lado para otro y mojando los pies de las allí presentes. Pero no tenía tiempo para andar con los escrúpulos de costumbre y pasé a uno de esos baños. Mala elección, era de agujero, con lo que me estaba costando sacar el mal de mi cuerpo (según dice Juan) como para encima hacerlo con las piernas en tensión. Abrí otro, de los normales, pero ya podía haber entrado aquí la mujer de la manguera y darle un poco a la taza. La tercera elección fue la más acertada y había papel. Lo cogí y con mucho asco repasé la taza, eché un buen montón al fondo para evitar salpicaduras y forré la taza con tanto papel que parecía un sofá. Me senté y empecé a apretar, pero fue imposible otra vez. Por mucha fuerza que hiciera lo único que conseguía era hacerme más daño. Me empecé a agobiar con que tendría que ir al hospital, la mente me jugó una mala pasada y cuando salí del baño y vi a Juan esperándome en la puerta, me desmoroné y se me saltaron las lágrimas.

Tania vino hacía mi llorando, muy agobiada con la situación. La pobre lo estaba pasando realmente mal, poneos en su lugar. Tuvo que ser desesperante, incómodo y doloroso. No podíamos seguir en este estado, eran muchas horas hasta la capital. De modo que bajamos del autobús, le comentamos la situación a la mujer de los billetes, que necesitábamos un hotel cercano para que ella se relajara y a parte de decirnos que luego tendríamos que comprar otros tickets, nos dijo que cerca había varios hoteles y en caso extremo, un doctor-clínica-hospital. Cogimos un taxi para ir al hotel más barato y cercano. Tania entró a la habitación con el conductor del taxi que nos ayudó a meter el equipaje, mientras yo hacía el Check in. El hotel era un tanto cutre pero la habitación tenía aire acondicionado y estaba bastante limpia. Intentamos que Tania se relajara para favorecer el exorcismo. Estaba poseída como mínimo o tenía un Alien dentro, bueno, fuera lo que fuese, tenía que expulsarlo cuanto antes. “¡Sal de este cuerpo!” dije para tratar de romper la tensión…pero no sirvió de nada, ni me escuchó… normal.

Le sobrevino de repente a Tania la idea del momento, comprar una pera de agua. ¿Cómo no se nos había ocurrido antes? Salí disparado, primero al cajero, estábamos pelados y después a buscar como un loco una farmacia. Había una clínica a dos calles, de modo que tenía que haber una farmacia cerca. Le pregunté a un hombre, que se quedó pensativo con el dedo índice en los labios como diciendo: “espera…déjame pensar…” pero alcé la vista por encima de su hombro y justo detrás de él divisé una enorme en una esquina al lado del hotel. Le dije gracias y fui directo, aunque el hombre se quedó aún pensando donde estaba.

Entré como sale un toro a la plaza, pero esperando que no me torearan y una mujer rechoncha y fea se acercó. No tenía ni idea de cómo decir en inglés “pera de agua para soltarlo todo”, pero busqué en el diccionario como se decía laxante. La mujer me miró de arriba abajo, como haciéndome un chequeo, se sonrió y me dijo que esperase. Metió medio cuerpo detrás de una puerta y le escuché decir algo en Malayo y acto seguido reírse. Pensé en preguntarle que qué coño le hacía tanta gracia, pero como tenía prisa pasé de meterme con la muy osobuco, porque claro, ella no tendría ese problema, pues supongo que estar todo el día comiendo hamburguesas y donuts le tiene que ayudar a echar unos cagarros como para fundir el baño cada vez que fuera. Pero no me quería meter con ella… Salió un hombre muy majete que me sacó todo un repertorio de laxantes hasta que dimos con la pero de agua. Pagué y salí corriendo. Aún pude volver a escuchar las risas de la mujer…

Abrí la puerta de la habitación y me encontré a Tania sentada en la cama en ropa interior, secándose las lágrimas pero con otra cara. ¡Por fin pudo soltar el tapón!, jo qué alegría me llevé, pero estaba destrozada. Me dijo que había sangrado un poco aunque se sentía algo mejor. Tubo que hacer maravillas para aliviarse pero eso queda entre Tania y ese cuarto de baño.

Y ahí nos encontrábamos con la pera de agua en mi mano, contándole entre risas lo que había pasado en la farmacia, y tras sacarle unas sonrisas nos quedamos dormidos una hora en esa habitación, en medio de ninguna parte, descansando, sobre todo ella y contentos de no tener que haber usado la pera, porque habría sido un tanto más desagradable, pero la guardamos por si acaso volvemos a tener una urgencia de este estilo.

Nos despertamos a las doce y media, nos preparamos y volvimos a la estación de bus para cogerlo de nuevo a Kuala Lumpur. La mujer de los billetes nos reconoció, y nos hizo un descuento en la compra de los mismos, cosa que le agradecimos.

Este autobús era tan cómodo como el primero y hubiese sido un buen viaje de no ser por la aparición de cucarachas de diversos tamaños por los laterales y por la excesiva duración del trayecto, que pasó de cinco a nueve horas de la forma más tonta; porque a los conductores, si, había dos, les salió de las narices salirse de la ruta para acercar a algunas pasajeras y porque luego dio la impresión de que nos perdimos, pues pasamos dos o tres veces por el mismo lugar. De modo que, aunque habíamos calculado bien para no llegar de noche a un sitio nuevo incluso con el contratiempo, no nos sirvió de nada porque llegamos a la capital a las diez de la noche, con todos los bártulos a pecho y espalda, con todo el cansancio de tal viaje, pero con dos alegrías, una, que Tania estaba mejor y dos, que nos volvíamos a encontrar en un sitio nuevo que nos iba a brindar un montón de nuevas experiencias que recogeríamos con los brazos abiertos.

7 comentarios

  1. Ruben M.

    Joder que bien! Me alegro por Tania! jaja muy gracioso redactado me imagino que no fue tan divertido… pero ya pasó!!

    • Hans Paytubí

      Gracias por leer tío mola que la gente te siga….ABRAZOOOS

  2. Javier

    Estaba leyendo la historia y me imaginaba la situación tan jodida de Tania, ha sido como un parto, vamos un embarazo de un alíen de 6 dias… Jajaja!! A disfrutar, un abrazo.

    • Hans Paytubí

      Fue un mal trago…sobretodo para el water jajajaja Un abrazooo a toda la familiaaa!!!

  3. Marta y Adri

    Eso sí que fue como un parto!!
    Bsts

    • Hans Paytubí

      Y puedes hablar desde el conocimiento eh? jejeje por eso no queremos tener hijos jajajaja

  4. Roberto

    Pobre Tanía!!! Seguro que esto ya es una anécdota del pasado, pero que momento más chungo.

    Juanardo, que comercial te estás volviendo. Ya, hasta nos vendes estreñimiento como si fuese la escena más emocionante de Indiana Jones. Sabéis a cual me refiero, no? Eres un artista.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *