Nuestros Viajes

Kuala Lumpur

Las calles por la noche, como los gatos, son todas iguales, atrayentes por las luces y su tranquilidad e incómodas por la oscuridad en lo desconocido. Teníamos un mapa en la guía pero no acabábamos de situarnos bien. “Excuse me sir, we want to go to this Hotel in this street” le dijimos a uno de los mil doscientos taxis que había por la calle… bueno, al taxi no, al taxista… “Ohhhh this is too far, twenty minuts and fortie Ringgins”, ¿cómo, cinco pavos? Una cosa es que no supiéramos donde estábamos exactamente pero sabíamos que era por la zona, así que pasamos olímpicamente de ese y le preguntamos a otro y, menos mal que no cogimos el primero, porque el segundo nos dijo, “it´s there, two minuts walking”. ¡¡Será cabrón el primero!! La madre que lo parió, nos habría dado una vuelta de veinte minutos para sablarnos cinco euros. Con este tipo de acciones abusivas hacia el turista, hemos decidido que si en algún momento vemos a un turista por España vamos a ayudarle lo máximo posible. No hay nada como vivirlo en tus propias carnes para darte buena cuenta de las cosas.

Cinco minutos después (las mochilas pesaban), encontrábamos una calle abarrotada de sitios para quedarse a dormir. Preguntamos en tres y elegimos uno, el único que no estaba lleno. Dejamos las cosas y salimos a buscar algo de cenar. La calle estaba de lo más céntrico. Anduvimos un poco y nos encontramos con una calle principal que iba a salir a otra más grande. Todo lleno de luces, gente, restaurantes, edificios altos… y tan altos, en un momento dado en el que nos giramos para volver sobre nuestros pasos, vimos que se alzaban, imponiéndose al resto de los edificios las “Twin Towers” o “Las Torres Petronas”. Me quedé impresionado, son tan altas que parecían estar muy cerca de cualquier parte de la ciudad, pero no había prisa, ya las veríamos al día siguiente. Ahora se trataba de comer algo, pero qué.

El viaje está siendo increíble en todos los sentidos, pero hay tres cosas que llegan a cansar, a veces mucho, y es el T.A.C. Pensar en el Transporte, buscar Alojamiento BLB (bueno, límpio y barato) y decidir lo que vamos a Comer. Son cosas básicas que hay que hacer la mayor parte del tiempo, no es como ir a ver un templo que si te apetece vas y sino pues no pasa nada, el T.A.C. es obligado.

No nos apetecía comida local, tampoco china, ni italiana ni nada en especial, pero de repente, una “M” de extremos superiores redondeados, de color amarillo sobre un payaso con cara de capullo nos iluminó. En otro momento, en otro país (España), en la misma situación, ni de coña nos habríamos planteado tan siquiera el ir a cenar ahí, pero, en ese momento, en ese país y esa situación, éramos como dos embarazadas con el mayor antojo de nuestras vidas, es más, si en el momento de abrir la puerta del establecimiento hubiese sonado el mugir de una vaca en Dolby Soundround Pro Logic 5.1, habríamos entrado en éxtasis ahí mismo.

En el fondo nos sentíamos mal…¡FALSO!, aquella hamburguesa doble, con queso, hojas de lechuga, rodajas de pepino, pan redondo y calentito, con kétchup, patatas fritas y con un delicioso refresco marrón oscuro casi negro con burbujas, nos hizo sentir estupendamente por no decir de Puta Madre… incluso ahora, escribiendo tiempo después estas líneas a las doce de la noche, se me hace la boca agua de lo bien que nos sentó aquella comida basura.

A la mañana siguiente nos levantamos con ganas de ver las Petronas bien cerca y nos encaminamos al mono-rail que cruza toda la ciudad desde las alturas, parecido al sky-train de Bangkok pero de un raíl.

Le preguntamos al de seguridad la mejor combinación para llegar allí y la seguimos al pie de la letra aunque tuviéramos que hacer dos transbordos.

Del mono-rail, al normal por fuera y de ahí al normal por dentro hasta salir a una estación enorme que tenía un acceso a un centro comercial que estaba a los pies de las torres. Subimos unas escaleras, salimos a una plaza enorme y ahí estaban ellas, un montón de metros apuntando hacia el cielo unidas entre ellas por un puente colgado en la planta cuarenta y cinco. Una belleza arquitectónica increíble, que no deja a nadie indiferente, que hace que vuelvas por la noche para verlas iluminadas y que es capaz de robarle fotos a todos los que pasen por ahí, desde el profesional hasta un niño con un móvil.

Decidimos entrar y subir. Estaba impaciente como un crío y Tania me miraba alucinada con mi actitud. Pero no pudimos, eran las doce, minuto más o menos y las entradas para las horas establecidas para ese día se habían acabado. Nos dijeron que volviéramos al día siguiente pronto por la mañana, a eso de las ocho. Aunque nos fastidiara tener que volver no nos quedaba otra si queríamos verlas por dentro.

De todas formas aprovechamos para tirar unas fotos en el hall de entrada y en una primera planta hasta que nos dijeron que no podíamos estar ahí. “Mira que te he dicho que no podíamos subir”, dijo Tania.

Pero como no vi ningún cartelito que prohibiera el paso pues pasé. Accedimos al centro comercial desde el hall de las Petronas con la intención de ir a tomar algo y nos acordamos de lo que nos dijo una chica que conocimos en Koh Tao, una de las Dive Master que trabajaban para el Brujo, Ana. Se había comprado en Malasia una cámara muy buena, la Canon G12, con su carcasa para el agua y todo por un buen precio, regateando en el barrio chino. La encontramos en una tienda oficial de Canon casi al mismo precio y no me pude contener, además sabíamos los buenos resultados que daba. De modo que otra cámara que sumamos al equipo fotográfico para retratar también los fondos marinos y, porqué no, cogiendo unas olitas en Bali.

Hay que destacar una cosa de esta parte del sureste asiático y es que en numerosas ciudades, sobretodo en las importantes, nos hemos encontrado con dos factores comunes, “Little India” y “ChinaTown”. La verdad es que no entiendo muy bien el porqué de ello pero digo yo que será por la cantidad de personas que habitan ambos países. Hay tantos que no entran y van ampliando.

Tras el despilfarro, al metro y a dar una vuelta por la “Little India” y  “Chinatown” donde nos encontramos pañuelos típicos nuestro primer destino más baratos que en la propia India.

Visitamos tres templos que eran de mención en nuestra guía pero que no nos parecieron gran cosa. Va a ser que Nicolás tenía razón con eso que decía de “…al final los templos son todos más o menos parecidos…”.

Sinceramente, llevamos unos cuantos visitados y aunque a todos se les puede sacar algo diferente ese día no teníamos la vista agudizada a parte de estar alucinando con el nuevo juguete, la G12.

Poco a poco pasaron la horas y el atardecer nos recordó que en breve las Petronas se iluminarían. Volvimos al metro y de nuevo al centro neurálgico de la ciudad. Las siete, las luces no las habían encendido, nos tocó esperar sentados en una parada de bus escuchando un concierto de un DJ a las faldas de las “Twin Towers” mientras caían unas gotas de agua que refrescaron momentáneamente el ambiente. Se nos acercó un chico que nos había escuchado hablar para preguntarnos en un español sudamericano de donde éramos. Él, a sorpresa nuestra, era de Canadá pero de descendencia argentina. La verdad es que la gente se mueve muchísimo y aprenden un montón de idiomas que les permite moverse con más soltura.

Viajar es la mayor y más sana de las drogas… una vez probado el cuerpo te pide más creando el famoso mono y eso que nosotros acabamos de empezar. Ya nos comemos la cabeza con el hecho de tener que volver a España y es que hay tantos sitios por visitar, que quedarse en uno sólo es casi un delito. De modo que esto será sólo el principio de una serie de viajes, por no hablar de la posibilidad de dejar tristemente atrás las raíces e instalarnos en otro lugar, pero eso es otro cantar.

Por el oeste, los últimos rayos de luz se escondían tímidamente entre los edificios, dejando el cielo y las nubes de un rojo anaranjado, mientras que por el este, le iba ganando terreno la gama de azules oscuros que preceden a la noche y fue entonces cuando las Torres se encendieron. Unos focos, más potentes que los del comisario Gordon para llamar a Batman, desde la base de ambas torres, las iluminaban dándoles un color plateado.

Una visión increíble que nos atraía y que nos volvía a pedir a gritos unas cuantas fotos. Fotos, que cuando llegas a casa y les hechas un ojo exclamas: “¡Coño, si son todas iguales!” y al final te quedas con las ocho mejores… o con las cuarenta.

El concierto estaba en pleno apogeo y menos mal que la música que estaba pinchando no nos hacía mucha gracia, que sino nos hubiese sabido mal irnos, pero es que el cansancio también estaba en su punto álgido y la cama nos llamaba a pleno pulmón, como una madre que grita para que sus hijos suban a comer, a ver quien tenía el valor de decirle que diez minutos más.

Un par de horas después ya estábamos en el catre, aparte de estar agotados, al día siguiente debíamos levantarnos pronto para llegar a tiempo y coger un par de entradas para la hora más temprana que tuvieran, ya que ese mismo día cogeríamos un autobús destino Melaka, ciudad al oeste de Kuala Lumpur, en la costa de Malasia desde donde partían barcos a la vecina isla de Sumatra.

De nuevo en pie a prontas horas de la mañana, tan pronto, que cuando salimos, estaban poniendo las calles en su sitio. Dejamos las mochilas en la habitación ya preparadas, el Check Out era a las doce y no sabíamos si llegaríamos a tiempo. Las calles estaban desérticas, cosa que nos chocó un poco por la cantidad de gente que habíamos visto en la ciudad el día anterior. Decidimos ir andando y ahorrarnos los dieciséis Ringgins que nos costaría otra vez el metro. No sabíamos como ir exactamente, pero seguimos por las calles desde las que se veían la Petronas hasta dar con ellas.

Veinte o treinta minutos antes de la hora que nos dijeron ya bajábamos las escaleras mecánicas para encontrarnos con la taquilla cerrada y con unas cien personas sentadas en el suelo esperando a que abrieran. ¡Vaya por Dios! Y nosotros que pensábamos que seríamos de los primeros…

A las nueve abrían las taquillas pero diez minutos antes repartieron unos números y dieron forma a la fila. En una pantalla salían las horas y las plazas disponibles para cada una de ellas, cuarenta. Poco a poco los números y las horas bajaban hasta obligarnos a comprar nuestras entradas para las trece horas. Nos fuimos al hotel otra vez andando para echarnos un rato hasta la hora señalada, pero antes hicimos una parada en una cafetería para desayunar algo. ¡Menuda clavada! Menos mal que los Capuccinos eran en tazón de cereales y los bollos caseros estaban muy ricos que sino hubiéramos quemado el local.

Se nos hizo raro despertar dos veces el mismo día en la misma mañana. Dejamos las mochilas en recepción, o mejor dicho en el mostrador de entrada y nos fuimos de nuevo, esta vez mitad en metro mitad a pata.

En la antesala que precedía al ascensor nos explicaron la visita que íbamos a realizar, pero de una forma un tanto peculiar que lo único que consiguió fue que apenas prestáramos atención.

A lo largo de una columna salía vapor de agua y sobre este vapor, a modo de pantalla, se proyectaba el video presentando los detalles.

Las Torres Petronas se empezaron a construir en 1988 y se acabaron en 1998. Tiene ochenta y ocho plantas y evocan motivos tradicionales del arte islámico. Fueron los edificios más altos hasta 2003 con sus  451 metrazos.

Subimos en un ascensor interior en el que las paredes eran otras pantallas y sobre las que se veían lo que veríamos en caso de que el ascensor fuera por el exterior. El panel de botones era enorme y es que hay ochenta y seis plantas. Bajamos en la cuarenta y uno y tras pasar por unos pasillos llegamos a la pasarela entre ambas torres (donde se rodó la peli de Sean Connery “La Trampa”) y que en un principio se construyó como pasarela de socorro entre ellas y así poder pasar de una a otra en caso de emergencia.

Las vistas, como supondréis, eran increíbles, incluso con el cielo un poco encapotado. Al rato nos volvimos a meter en el ascensor y subimos hasta la planta ochenta y dos, donde el trayecto de nuestro ascensor acababa cambiamos de ascensor y seguimos subiendo cuatro plantas más, el punto más alto al que se permite subir al visitante. Allí nos encontramos con una planta muy bien decorada, con maquetas de las torres por un lado y de la ciudad por otro, marcando las zonas de interés turístico. También había pantallas en las que vimos un video de los eventos que se hacían en las “Twin” y en el resto de la capital y por ultimo, y no por ello peor, unas cámaras sobre unas pantallas de plasma de unas cincuenta pulgadas en la que nos veíamos. Al principio nos dejó un tanto intrigados pues no tenía mucho sentido que nos viéramos ahí mismo sin más, cuando todo parecía estar meticulosamente puesto para un función concreta, lo mismo lo hacían para que viéramos la cara de gilipollas que teníamos tratando de dilucidar el sentido de dichas pantallas. Pero en un momento dado moví la mano derecha, en la que tenía la entrada a las Petronas y en la pantalla en la que me veía, apareció algo por un segundo.

Repetí la operación y esta vez apareció por más tiempo, un holograma de las fases de construcción de las torres salían de la entrada y según movieras la mano por las diversas pantallas veías cómo se iban construyendo en tu mano y es que las entradas estaban cifradas con una especie de código de barras cuadrado.

Nos acercamos después a los grandes ventanales para ver de nuevo toda la ciudad.

Intenté mirar a ver si veía la pasarela pero ni la altura ni el ángulo de visión me lo permitieron.

Y ahí pasamos cerca de veinte minutos hasta que dieron por finalizada la visita y nos tocó bajar andando los ochenta y tantos pisos pues hubo un corte de energía y no quedaba otra si no nos queríamos quedar ahí dos horas…es broma, no creo que en este sitio pudiera pasar algo semejante pues no estamos hablando de unas torres cualesquiera.

Acabamos la visita de lo más contentos, sobretodo yo, pues estas cosas de las alturas me gustan bastante, salvo volar en avión, que es un amor-odio en toda regla. Compramos unas postales que nos gustaron y regresamos al hotel. Allí sentados, a las puertas del mismo hotel mirando internet, vimos algo que no habíamos presenciado nunca y de lo que nos habían prevenido en alguna ocasión. De una de las cafeterías que teníamos en frente, salió un chico joven corriendo con un bolso en la mano para acabar subiéndose en una moto que le esperaba a la vez que gritaba: “¡¡GO, GO, GO!!” perdiéndose ambos entre los coche que circulaban por la calle. Los ladrones habían estado acechando a unos extranjeros que, confiados, habían dejado sin vigilancia el bolso de mano en una de las sillas por unos segundos, los justos para darles tiempo a cogerlo y salir por patas como alma que lleva el Diablo. Acto seguido nos metimos dentro, en recepción, para consultar un par de cosas con la idea del robo grabada a fuego en la cabeza. Al rato salimos dirección a una parada de metro que nos llevaría a la estación de autobuses muy cuidada, donde cogeríamos uno para Melaka, con la idea de, en un par de días, cruzar a una de las mecas del surf, Indonesia.

2 comentarios

  1. Marta y Adri

    Estaba leyendo la descripción de la cena en el M. y me ha venido a la mente el olor característico que tiene…en cualquier país huele igual!! Aunque sea un país musulman y no tengan cerdo…siempre ese olor que consigue que realmente te apetezca lo que vas a comer(incluso sabiendo lo que es!) quién no ha sentido alguna vez ese antojo?
    Las torres Petronas!! Fotos!!! Vaya modernidad de visita,no?
    Para cuándo la visitilla al sobri? Bsts

  2. Jose y Marisa

    Despues del atasco de Tania fue bueno poder moverse en ese tren aereo. Las Petronas, una pasada. A mi, tu madre, cuando veo estos edificios tan enormes, me viene a la memoria La Torre de Babel: «Mas alto, mas aun…» A nosotros los bajitos nos da algo de miedo mirar hacia arriba, nos hace sentirnos liliputienses, y si miramos desde arriba hacia abajo… vaya leche.
    Muy bonita la foto de la estatua (Tania) con el fondo de la cristalera.
    Precisamente ayer vimos en el Telediario que unos turistas se habían quedado atrapados en lo alto de la estatua de Colón en Barcelona por una avería del ascensor (no tienen escaleras) y se montó una buena hasta que los bomberos lograron sacarles por un ventanal y bajarlos con una grua gigante. Estuvieron desde las 10 de la mañana hasta las 5 de la tarde… ¡Vaya numerito!.

    ¿Quien os iba a decir que disfrutarias de la comida de Mc. como si estuvierais comiendo en «El Bulli», o quiza más.

    Muchos besos y hasta pronto… creemos.

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