Bali, qué decir de Bali. Por donde empezar a hablar de uno de los paraísos del surf que está en la mente de muchos amantes de este deporte que tanto engancha. Podría empezar hablando de sus olas perfectas, largas y suaves, largas y fuertes, enormes, medianas y pequeñas, de fondos de arena, roca o coral y de aguas cristalinas. Podría también hablar de sus amables y simpáticas gentes, de su tráfico ordenado, de turistas respetuosos, de playas limpias, de paisajes que nos han sorprendido… podría hablar de todo ello, pero si lo hiciera, mentiría, salvo si hablo de lo primero, sus olas.
Se que en la cabeza de muchos, en las nuestras las primeras, este enclave indonesio tenía que ser lo más cercano al paraíso, y lo es, pero más que nada es perfecto para hacer surf. Las playas son bonitas, si, pero (con esto no quiero parecer pedante) no más de lo que hemos podido ver en Tailandia o, sin irnos tan lejos de nuestro país, las playas del norte, de levante o del archipiélago balear o canario. No nos han sorprendido más que un par de ellas y algunas no estaban en Bali exactamente. Sus gentes. Sus gentes no son lo más amables con los que nos hemos topado, hay de todo como en todos los lados, pero tienen un punto de vacilón que no nos ha gustado nada. Hay gente muy maja, pero predominan los pesados, son muy plastas, por mucho que les digas que no quieres nada, que no necesitas taxi, que no buscas hotel y que no quieres drogas, ellos te siguen un buen rato con la dichosa cantinela, con la sonrisa falsa, las miradas burlonas, las miradas descaradas, las risas de superioridad y como ya he mencionado, la continua sensación de que te están vacilando. Por todas partes te quieren sacar la rupia, hasta por aparcar a un lado de una carretera en medio de la nada.
La isla, por lo general nos ha desencantado bastante y puede ser por lo dicho o por haber caído enfermos o por tener una idea preconcebida en la mente de que nos iba a sorprender. Por eso recomiendo a todo el mundo tener en cuenta el dicho: “Prepárate para lo peor y espera lo mejor”.
Todo esto lo digo desde nuestra experiencia, de cómo lo hemos vivido, como en el resto de destinos en los que hemos estado. No pretendo chafar la ilusión a nadie, que a nosotros no nos sorprendiera tanto no quiere decir que a otro le siga pareciendo un paraíso. De todas formas no adelantemos acontecimientos y empecemos por el principio de este, nuestro antepenúltimo destino.
Nos parecía increíble que fueran las cinco de la mañana y ya pudiéramos ver los primeros rayos del sol despuntando al alba y nos enteramos a mitad de camino que entre una isla y la otra hay una hora de diferencia, es decir en Bali eran las seis de la mañana.
Pero aún nos pareció más increíble que, cuando llegamos a tierra, hubiese pasado más de una hora y media. ¡Madre de Dios qué lentitud! Creo que hubiéramos llegado antes nadando apenas había unos kilometros, de todas formas, ¿qué era una hora y media más de viaje dentro de las veinte que ya llevábamos? Pues una eternidad. Las ganas de llegar y el cansancio eran como llevar sobre los hombros un porrón de kilos, veintitrés concretamente, y es que las mochilas habían engordado un poco en todo este tiempo. Bajamos al puerto balines de Gilimanuk y, como zombis, nos subimos a un mini-bus incluido en el precio del billete que tardaría tres horas más en llegar a la estación de bus de…
Denpasar
Capital de Bali, ciudad de caóticas calles y de un insufrible tráfico, muy ruidosa y contaminada. El nombre significa, Den “Junto al” y Pasar “Mercado”, debido a los números e importantes mercados del periodo colonial.
De nuevo otra estación de bus y de nuevo la insistencia de los locales para que vayas en su taxi, a su hotel o les compres algo.¡Qué cansinos! Salimos y cogimos el primer taxi que vimos pasar, le dijimos un hotel de Kuta Beach y tras dar un par de vueltas nos dejó en la puerta. Nos dieron un Bungalow muy amplio, con ventilador y cuarto de baño, pero no nos dijeron que el desayuno estaba incluido y nos dimos cuenta un par de días más tarde.
Nos pusimos el bañador y el bikini y salimos a dar una vuelta por la playa que la teníamos a tres minutos de nuestro alojamiento. Una playa larga…larguísima y con un montón de olas para disfrutar.
Durante el paseo unos militares nos preguntaron si se podían hacer una foto con nosotros, no se muy bien porqué pero me pse con ellos mientras Tania sacaba fotos.
Estaba pequeño pero apetecía meterse un bañito. El paseo fue breve, el calor nos estaba machacando como para estar de paseo. Alquilé una tabla a uno de los muchos grupos de gente que las alquilan a lo largo de la playa.
Una siete pies, algo grande para divertirme con esas olitas y para hacer la primera toma de contacto después de tanto tiempo sin coger olas. Ya con la tabla bajo el brazo y la sonrisa en la boca, a Tania le dio un golpe de calor y el bajón de cansancio debido al palizón del viaje y se fue a tumbar un rato en la cama que bien nos hacía falta a los dos. Pero en mi caso, el ansia por entrar al agua era superior al cansancio.
El agua mojaba mis pies, estaba caliente, no había cogido la licra pero la camiseta sería suficiente para evitar el roce de la tabla. Me decidí a entrar, con nervios, con ganas, con un escalofrío que me recorría el cuerpo y erizaba mi piel. La sensación del agua a mi alrededor y el sentir la tabla bajo el pecho me hacían sonreír mientras remaba tranquilo pero ansioso hasta el, para nada solitario, pico. Un pato más y pasaría la ultima ola hasta ocupar mi puesto. Tras descansar un minuto mirando a mi alrededor para tomar referencias y viendo que el pico de la ola venía hacia mi dándome la preferencia sobre el resto, me preparé para cogerla. Remé con fuerza, ya era mía, notaba su empuje, sólo me faltaba una remada más y ponerme en pie. Esta vez era real, no se trataba del sueño que se me repetía en Nepal. Me levanté de esa forma tan característica que define mi estilo. La ola abría de izquierdas. Las que más disfruto. Los pies los tenía bien puestos, las rodillas un poco flexionadas y, como no, sacando ligeramente el culo, otra peculiaridad de mi estilo. Bajé y subí repetidas veces aprovechando la velocidad de las bajadas y cuando vi que delante mía estaba a punto de romper salí de la ola y de vuelta al pico. Qué sensación más agradable y que hora de baño que me di. Salí con la sonrisa que me daba vueltas a la cabeza, devolví la tabla y me fui a ver como estaba Tania, mucho mejor.
Esa noche, tras ver la puesta de sol en la playa y ducharnos, fuimos ver un poco el ambiente de esta zona de Bali que tiene fama por haber mucho bullicio debido al turismo masivo.
Pero no vimos tanto follón como esperábamos, es más, la cosa parecía tranquila. Estábamos a las puertas de la temporada alta pero con esto de la crisis se ve que se ha retrasado un poco, ya veis hasta aquí afecta este tema. De todas formas mejor para nosotros. Kuta es una zona que tiene de todo y, como es de esperar, hay un montón de tiendas de surf a cada paso, desde las marcas punteras hasta las locales. Hay muchos centros comerciales y mucha gente en ellos pero no creo que sea por comprar, sino por la búsqueda desesperada del aire acondicionado y es que, aun siendo de noche, el calor húmedo está presente.
A la mañana siguiente nos levantamos temprano, no madrugamos, lo que pasó es que nos fuimos a dormir muy pronto… creo recordar que fue a eso de las nueve de la noche y dormimos unas diez horas del tirón.
Alquilamos una tabla de corcho para que Tania aprendiera a hacer surf y sorprendentemente, para los dos, se puso de pie a la quinta ola, fue muy divertido ver su cara de felicidad y cómo quería más por fin logré que sepa lo que se siente y porqué es tan divertido.
Nos tiramos un par de fotos para probar la carcasa de la cámara, que salieron muy bien. Lo malo fue que cuando volvimos al bungalow y sacamos la cámara, esta estaba demasiado caliente. Echamos un vistazo a las instrucciones y no recomendaban el uso dentro y fuera del agua cuando hiciera excesivo calor, vamos que si hubiésemos estado mucho más nos la podíamos haber cargado. Su uso normal es por debajo del agua.
Y ahí estuvimos cuatro días, surfeando temprano, paseando por Kuta, comiendo bien y bebiendo zumos de frutas. En una tienda cercana y local de surf, me compré una tabla de segunda mano por un millón y algo.
Una 5´10 X 19 X 2 3/16 de epoxy, que viene siendo una tabla pequeña, ancha, gordita y de un material ligero y de mayor flotabilidad para tener una buena remada y maniobrabilidad.
Me fue estupendamente y me cuadraron unas olas pequeñas pero larguísimas que me daban tiempo de verla, corregir postura y continuar. Comparadas con las olas de la playa de la Cicer de Las Palmas, estas eran un caramelo bien dulce.
Aunque estuviéramos muy a gusto no nos íbamos a quedar los veinticinco días allí. Decidimos ver si podíamos alquilar un coche, pero lo primero era sacarse la licencia de un mes que conceden al extranjero que quiera conducir allí. En España no me hice el carnet internacional pues realmente no pensábamos que lo fuéramos a necesitar.
Entramos en la Jefatura de Policía para el turista en frente de la playa (un dato que se me olvidaba, la playa no se ve desde la propia avenida marítima pues hay un muro con entraditas cada equis metros a lo largo de toda la playa que lo impide, no supimos con qué finalidad). La Jefatura o la “Tourist Police” no era más grande que un chiringuito de playa. Al entrar despertamos al policía de turno que estaba descansando la vista tumbado en un sofá a la derecha, en frente de un escritorio y pegado a una vitrina con una exposición de distintos revólveres y sus balas, de pistolas de descargas eléctricas, porras, chalecos antibalas y no se que más, vamos, que estaban preparados para dar caña. Le explicamos lo que queríamos, pasó por una puerta, entró otro policía, rellenamos un papel, bromearon con mi apellido: “Alonso, like Fernando” pagamos unas rupias y en veinte minutos tuvimos una licencia de lo más legal, o eso esperábamos, pues la fama de la poli de allí no es muy buena. Teníamos entendido que suelen ir a la “caza” del turista que va de listillo que cree que Bali es jauja y qué puede hacer lo que quiera en donde quiera y como quiera, como girar por cualquier sitio, ir tres en una moto o llevar a un crio de pocos meses sujeto al pecho mientras conduce una moto. Les paran con motivo de alguna supuesta infracción al volante o en la moto, piden los permisos y ponen multas de noventa euros, pero para ahorrarse papeleos o trámites te piden un puñado de rupias y hacen la vista gorda. Pero a nosotros no nos pillarían con el culo al aire.
Alquilamos en el mismo hotel un Suzuki Katana, un todoterreno pero no cuatro por cuatro, por otro millón y algo, creo que lo mismo que por la tabla, durante dieciocho días.
Cargamos el coche y a conducir. No me extrañó que condujeran mal, el volante estaba al otro lado, con su palanca de cambios a mano izquierda y me preguntaba si los pedales también los tendrían al revés lo que hubiera sido un tanto jodido para pillarle el truco. Menos mal que no resultó ser así.
El aire acondicionado estaba al máximo pero yo seguía teniendo calor y sudando hasta por los codos… estaba más nervioso que un flan, pero una vez salido a conducir por esas calles y tras comerme un par de veces el bordillos por la izquierda y que Tania me avisara con las manos en la cabeza de que estábamos muy cerca del no diferenciado arcén, me hice con el control. En veinte minutos. Conducir por ese lado no era ningún problema, hasta le cogí el rollo a los adelantamientos de la muerte que suelen hacer por aquí pero a diferencia de ellos, sin ningún momento de peligro, ya sabéis lo cauto que soy al volante. Lo único que nos costó un poco más es seguir bien las indicaciones para llegar a nuestro destino y es que las señales están colocadas estratégicamente detrás de las ramas de los árboles para que no se vean.
La libertad de movimiento y comodidad que nos dio el coche en esta isla, fue increíble. Hubiera sido muy estresante y cansado tener que estar pendiente de los horarios de los buses para recorrernos los distintos pueblos que recomendaban visitar.
Empezando a dar la vuelta a la isla en el sentido de las agujas del reloj y buscando olas, el interior lo dejaríamos para más tarde, decidimos ir hacia el noroeste, a un pueblecito de cuatro casas y cinco personas…
Hay que pensar que,si en 4 meses improvisados, sólo habéis tenido esos 2 contratiempos…está guay! De todas formas planeando todo o casi todo (y yo soy experta), también pasan cosas: destinos u hoteles que no son lo que esperas,sitios en los que te quieres quedar más…supongo que lo guay es un término medio aunque ahora con Adri, la «aventura» habrá que reducirla…por ahora estamos pensando en Tenerife de senderistas para septiembre,a ver…
Tenéis q seguir escribiendo…qué voy a hacer yo sin estos ratitos!
Besos
Qué ganas de oiros
Juan me vuelvo a poner las pilas que me deje sin leer los últimos… que bueno el post! por un momento pense que ya habías surfeado hasta que me acorde de que fue un sueño! jajaja que sensación más buena es volver a entrar al agua… volver a surfear…. 😀 jaja Tania tiene estilo eh! jajajaja Un abrazo grandeee
Genial indicacion. Encontre tu web hace como 9 dias y aqui estoy de vuelta. Formidable
Gracias, pero quién eres?