Como todos los caminos por los que hemos rodado, este no iba a ser menos bonito que el resto. Hicimos una parada cuando dejamos de subir y empezamos a llanear un poco, justo en un aparcadero en la carretera donde vimos unos cuantos turistas haciéndose la foto de turno dando de comer a unos monos con bigotes largos y muy modernos… llevaban cresta… supusimos que era para contrarrestar la ausencia de pelo en su rojo culo.
La gente saca negocio de todas partes y en este sitio nos encontramos con locales vendiendo mini-plátanos para que se los diese la gente a los monos que estaban expectantes a ver qué era lo que caía.
Este pueblo, como casi todos en esta isla de indonesia, era pequeño y todo estaba a ras de la carretera principal. Es conocido por el mercadillo que tiene, el cual nos pareció uno más de tantos y que apenas pudimos disfrutar por la aparición de unas cuantiosas gotas.
En el hotel que encontramos más económico, tuvimos que cambiar de habitación después de haber metido todo dentro.
El encontrarnos tres cucas del tamaño de una palma de mano correteando por las almohadas o por las cortinas, no nos hizo mucha gracia.
El hotel no estaba mal pero tenía varias cosas que no entendíamos muy bien para qué las tenían ahí y menos en unas jaulas.
Un murciélago durmiendo, un cervatillo y un mono naranja que era como una mini-persona. Daban bastante pena, menos los murciélagos que lo que daban era grima.
Fuimos a comer a un sitio muy barato y en seguida entendimos porqué.
Era la comida hecha con la menor gana y el menor gusto que hemos visto en mucho tiempo y es que no hemos comido un arroz tan malo como el que llenaba los cestos de mimbre que usaban a modo de plato, y encima nos cobraron…
¿Que por qué estaba Tania comiendo arroz blanco con lo que le cuesta ir al baño? Porque su aparato digestivo ha sufrido en este viaje los dos extremos, la tacañería de Penang al no soltar nada y generosidad de Bali al querer darlo todo altruistamente, hallándose en el principio del segundo de ellos y más concretamente en su fase más volátil y “retortijonera”.
Visitamos el templo Danu Ulunque se encuentra en el segundo lago más grande de Bali, Baratal. Para entrar al tuvimos que pagar un precio justo y nos gustó cómo lo tenían todo muy limpio y cuidado.
Los templos balineses tienen tres características típicas, el material con el que están hechos (roca volcánica), su situación (cerca, o en el agua) y sus peculiares niveles que parecen tener pelo cortados a tazón.
Lo que nos descuadraba de este templo eran unas figuras de rana que tenían y que parecían hechas en la actualidad.
Tania me dice, para una mejor información, que la mayor parte de los templos de Bali están reconstruidos recientemente debido a los diversos terremotos y erupciones volcánicas que han sufrido en esta isla.
Era un pueblo bastante ajetreado para lo poco que ocupaba y queríamos un poco de tranquilidad, teníamos que parar, reponernos y después continuar la marcha, pero ese no era el sitio que sentimos más indicado para tal fin. A la mañana siguiente dejamos atrás ese pueblo y volvimos a la costa en busca de ese lugar tranquilo que nos permitiera descansar todo lo que necesitábamos pero antes tuvimos un momento de tensión económica y de bajón viajero.
Periódicamente consultamos la cuenta bancaria por internet para tener un control del dinero, nos acercábamos ya a la recta final del viaje y teníamos que hacer cuentas. La tripa nos dio un vuelco cuando vimos que no teníamos tanto dinero como esperábamos, es más, según parecía nos habíamos gastado en una semana y media el mismo dinero que cinco semanas en Nepal sin apenas hacer nada. La primera impresión fue como si nos hubieran echado un jarro de agua fría y disparado con una pistola eléctrica al mismo tiempo, hasta se nos rizó el pelo y no era de extrañar. El bajón tampoco era de extrañar, el trancazo, el cansancio, los retortijones y la desilusión que nos habíamos llevado con esa isla, más lo acaecido en ese momento nos puso de mal humor y tristes en el mismo momento. Nos dieron ganas de pirarnos ya y volver a casa o por lo menos salir de Bali. Al rato nos tranquilizamos un poco y volvimos a la cuenta bancaria a ver si entendíamos algo de lo ocurrido. No fue difícil encontrar el fallo lo que no supimos era el porqué. Los muy cabrones, me estaban duplicando cada movimiento que hacía, me explico, cuando sacábamos del cajero dinero me lo quitaban dos veces de la cuenta pero el segundo movimiento me lo apuntaban como si lo hubiese hecho dos días después, cobrándome también dos veces la comisión, a esto había que sumarle que en un par de ocasiones metí la tarjeta en el cajero con intención de sacar pero al final no lo hice y me contaron como si hubiese sacado el máximo, vamos, que han hecho lo que han querido con mi dinero. Qué rabia, qué impotencia debido a la distancia y qué ganas de ir a una oficina, bajarme los pantalones, dejarles un regalo y decirles: “Cóbrate esto dos veces más la comisión”. Malditos bancos, son los mejores ladrones del mundo y encima vemos en las noticias que la banca está muy mal y que hay que rescatarla económicamente… pero cambiemos de tema porque esto me crispa muchísimo.
Lo peor de todo era que si hubiéramos tenido una urgencia económica (vuelvo a tocar madera) no íbamos a poder solucionarlo pues nos habían dejado con el culo bastante al aire. Les escribí un mail, que por cierto es complicadísimo encontrar en su web la manera de enviarles uno cuando se trata de una queja. Como sabía que tardarían en contestar le envié otro a un amigo de Las Palmas que es director de una oficina de allí, y menos mal, porque cuando me hubo arreglado el problema el banco no me había ni contestado. Hay que tener amigos en todos lados. De todas formas, este cobro doble y su posterior ingreso de hasta la comisión, se ha ido repitiendo durante toda la estancia en Bali. Ya veré que hago a la vuelta pero no les voy a llevar rosas precisamente…salvo a mi amigo.
Tras este sobresalto y más tranquilos buscamos nuestro lugar de descanso.
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