Nuestros Viajes

Padang Bai, Sanur y Ubud

De nuevo a cargarlo todo y de nuevo al coche, menos mal que me encanta conducir y más por el lado contrario…es como un desafío diario. Lo único malo es que por esos torcidos y mal asfaltados caminos no podía disfrutar mucho de las vistas.

Tras ver los arrozales pasamos una curva, nos encontramos con un control policial. Estaban parando a los motoristas y pensamos que a lo mejor teníamos suerte, pero no. “Good morning sir, speak Indian?”, “No”, ”Ok…papers”. Le dimos el periódico, total acaba de leerlo… No en serio, Tania sacó de un sobre el permiso de conducir balinés y los papeles del coche, yo saqué mi carnet de conducir. Miró el papel con cara de quien huele a huevo podrido, se fue con ellos y se lo enseñó a un compañero que puso la misma cara. “No si, nos van hacer el lío…” pensé. Se lo enseñaron a un tercer compañero con el uniforme diferente, nos señaló un par de veces y enseguida  vino el primero, nos devolvió todo y nos dejó continuar. Menos mal, en serio creía que nos iban a decir que no era válido e íbamos a tener pagar un multa o un soborno.

De vuelta a la carretera tuvimos que hacer otra parada porque nos encontramos un sitio muy bonito, un lago, con un montón de nenúfares flotando que nos pedían fotos.

Padang Bay, otro pueblo pequeño, tanto que cuando entramos en él ya estábamos saliendo. De hecho llegamos a un puerto donde no nos debíamos haber metido o mejor dicho donde no podíamos pasar, menos mal que antes de que saliese el guardia de la garita se nos acercó un hombre que tenía de todo, agencia de viajes (vendía los billetes a Gili Island más caros que en Amed, no fuimos), transporte urbano (no nos hacía falta) y alojamiento (eso sí), con él salimos del puerto sin bronca alguna.

Nos alojamos en esos apartamentos tras sacarle una pequeña rebaja y bajamos a la playa a ver las olas… plato, ni se movía el mar y encima la playa estaba llena de barcas de allí y estaba grasienta, pero eso era algo que parecía no importarles a unos chicos de allí que se lo estaban pasando en grande.

Comimos en un restaurante buenísimo, la verdad es que lo disfrutamos mucho, sobretodo lo que escogí yo, porque era algo “nuevo”, una ensalada, lavada con agua mineral por supuesto o eso decía la carta, dos tipos de lechuga, trozos de pan tostado, pollo en tempura, aguacate, algo más que no recuerdo y aderezado con salsa vinagreta… “mmm, riquísisisisisino”. Me guardo la receta mentalmente para hacerla en casa. Lo de Tania también estaba rico, pero es que ya lo habíamos probado en Koh Lanta, arroz con y en piña.

Buscamos otras playas cercanas con la intención de encontrar olas, pero como no hubo suerte y los billetes a Gili nos salían más caros, a la mañana siguiente nos fuimos a buscar olas a Sanur, pueblo del sureste, donde sabía que si se cogían olas en arrecife, pero tampoco hubo suerte. Para poder aparcar en la zona de la playa había que pagar algo más bien, simbólico para el mantenimiento del lugar. Allí, mirando el mar vimos unas islas enfrente que identificamos como Nusa Lembogan. Preguntamos en una agencia lo que costaba llegar, como siempre dos opciones, la lenta, nos salía más o menos bien pero era una hora y media y la rápida que se nos salía un poco de lo pensado y que era sólo media hora. Nos fuimos pensando si ir o no y nos encontramos con la oficina pública de transporte marítimo a Lembogan y los precios eran muy económicos, pero ya había salido el último. Así pues decidimos buscar olas en un par de playas cercanas, otra vez sin suerte, y nos subimos a Ubud que no estaba muy lejos, hora y media.

Ubud es un pueblo de interior que tiene mucho encanto y que es muy turístico, toda la gente extranjera que no nos encontramos en Kuta, estaban en Ubud.

Llegamos al hotel recomendado por Marc, ahí fuimos y ahí estaba él. Muy tranquilo, relajado y con muy buena pinta, con una diversa flora y unos cuantos pajarillos en sus correspondientes jaulas.

Ahí estuvimos sólo una noche, queríamos ir a Nusa Lembogan al día siguiente y el tiempo que nos quedaba en la isla empezaba a escasear y queríamos mojarnos un poco el culete. El hotel nos brindó la posibilidad de dejar allí las mochilas grandes y marcharnos  con las pequeñas, total en Lembogan sólo íbamos a estar una noche. Aquella tarde salimos a dar una vuelta por Ubud, comer algo y descubrir una pequeña biblioteca en la que se podía comer mientras leías lo que te apeteciera, la idea no nos pareció mala y entramos a tomarnos algo dulce y a tirar unas fotos.

A la noche se oían unos cánticos y notas musicales que eran parte de un espectáculo típico de Bali pero que estaba hecho como espectáculo sólo para el turista pues dentro no se veía a ningún local… bueno si, a los que curraban allí. Aunque fuesen por todo el pueblo y a pie de calle, apenas se veía algo, levantaban una tela negra para evitar curiosos como nosotros. Luego hemos visto en libros e internet que es una danza con los trajes típicos, con mujeres de caras pintadas que bailaban con una expresión un tanto extraña y para nada agradable.

Despertamos pronto puesto que queríamos coger el segundo ferri lento a Lembogan pero no teníamos billete, por si acaso no llegábamos a tiempo pues coger el último. Desayunamos, pagamos, dejamos el equipaje y nos fuimos echando fuego pues no sabíamos cómo iba a estar el camino de tráfico… y menos mal que lo hicimos.

1 comentario

  1. Marta y Adri

    Se me han acumulado los capítulos! Por partes: estais muy guapos! Me encanta vuestra ropa! Las fotos brutales,como siempre. Vaya lugares, al leeros se nota que no habéis disfrutado como en los otros destinos, hay un resquemor…
    Y,como siempre, muchas, pero que muchas ganas de veros!

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