Tres años… sí, tres años han pasado ya desde nuestro periplo por Asia… y sí, no acabé de escribir las dos últimas entradas que me faltaban para acabar el Blog. El maldito “mañana mañana” que nunca llegó, ya sabéis, esas cosas que se dicen y que luego no se hacen. Pero también dijimos que volveríamos por aquellos lares que tanto nos gustaron y eso no se ha quedado en agua de borrajas. Ahí estábamos de nuevo, en Madrid Barajas (esto no ocurre en tiempo real, ahora mismo estoy sentadito en la cama con Tania a mi lado durmiendo), esperando el momento para embarcar en una de las mejores compañías aéreas, o eso dicen.
Son las 20:33 y entramos en el avión con nervios, ganas y ¿por qué no? con unas décimas y malestar general digno de un resfriado de último minuto por dejar las cosas para el último momento y porque sudar y el frío que está cayendo por España en estos días no combinan muy bien.
Lo malo de los aviones de largo recorrido, o de todos los que tienen distintas secciones y/o clases, es que vas pasando por First y Business Class y te ponen la miel en los labios con todas esas comodidades de las que la clase turista no goza. Y eso que la compañía nos mandó un correo el día anterior tratando de vendernos una clase superior por tan sólo ochocientos euros más, no sé cómo no lo cambiamos…
En sí, el avión estaba bien, con asientos reclinables, almohadas, mantas, auriculares y sobretodo, nuestras pantallas con sus cuatrocientas películas y otras tantas cosas más para hacer de esas siete horas de vuelo, un rato agradable. Lo malo es que, a perro flaco todo son pulgas. Pese a ser de noche y estar muy cansados, no agarrábamos la postura para dormir y lo que tenía que ser un vuelo “rápido” durmiendo y viendo pelis, fue un pestiño que nos acabó dejando dolorido todo el cuerpo.
Al llegar a Dubai, donde hicimos escala, tuvimos que correr de un lado a otro, pasando tres controles porque nadie nos podía indicar con certeza dónde teníamos que ir para coger el siguiente vuelo ya que tampoco aparecía en las pantallas. Corríamos porque el primer vuelo tardo una hora y treinta y seis más de lo previsto en aterrizar por alguna razón que no llegamos a saber. Tampoco supimos por qué tardamos cuarenta y siete minutos en volver a despegar en el avión que nos llevaría a Bangkok y ni las azafatas nos supieron decir la razón. Menos mal que este vuelo se nos hizo aún más pesado… si, habéis leído bien.
Voy hacer un inciso en la historia para hacer tres recomendaciones fílmicas:
- Lucy, intragable.
- Rompe Ralph, es genial. Recomendada a todo aquel que haya jugado a máquinas recreativas en su infancia.
- Let´s be a cops, entretenida, con algunos puntos muy buenos.
Pero a fin de cuentas, tras esas diez y seis horas de vuelo, todo ese malestar y lo que tardamos en encontrar nuestro escondido hotel, nos hemos vuelto a encontrar en este país, con su calor, sus gentes y en breve, con sus playas.
Empezamos…
Por fin hemos podido leer vuestras aventuras por esos mundos. Es bueno que no os deis crema en los pies para no envenenar a los peces, ¡pobrecitos! Realmente esos viajes largos tienen que ser un coñazo, porque todas esas películas cansan una barbaridad. Pero si se quiere llegar tan lejos, pues eso, ¡a volar jóvenes!.
Pero ver esas cascadas tan preciosas, esas lagunas y esos templos tan, tan… indios bien valen algunos sacrificios. ¿Habéis oído la noticia de esos yahvistas que han destrozado las estatuas de 5000 años que estaban en el museo de Mosul? porque, según dicen, fomentaban la idolatría… sin comentarios.
Bueno, seguid contándonos vuestro fabuloso viaje y dándonos envidia. Muchos besos