Esta vez si que tuvimos que madrugar. La noche anterior, con el cansancio de la excursión a Erawan nos fuimos pronto a la cama. Pero el levantarnos a las seis de la mañana, pues que os voy a decir, que fue un fastidio como si nos hubiéramos acostado dos horas antes de la hora “D” (D de despertar, se sobre entendía ¿no?). Porque, vamos a ver ¿a quién le sienta bien despertarse pronto? Era tan pronto que ni habían abierto los grifos para llenar el rio Kwai.
¿Por qué madrugamos? Porque los trenes para volver a Bangkok pasaban por River Kwai RailWay Station a las siete de la mañana o si no ya a las dos de la tarde y siempre es mejor llegar con tiempo por delante para encontrar bien los alojamientos.
Salimos de la habitación con las mochilas en ristre y fuimos a dejar la llave en “recepción”. Por ahí danzando había una mujer que aún no había abierto los ojos y, de forma mecánica, preparaba el “buffet” libre de tostadas, té y café soluble que no nos daba tiempo a degustar. Cuando nos vio, salió directa a por la encargada haciendo caso omiso a nuestras palabras de que no hacía falta que la despertase, que dejábamos la llave y nos íbamos pero, cuando nos dimos cuenta, ya estaba la jefa deseándonos buen viaje mientras se frotaba un ojo con una mano y extendía la otra para que le diéramos la llave.
La estación no estaba muy lejos, pero salimos con tiempo por si se adelantaba… ilusos…
Al llegar al puente, la parada estaba al lado, vimos que lo habían decorado con unas telas blancas y rosas y que, sorprendentemente, no había más que una pareja visitándolo o volviendo a casa de resaca, porque no me creo que nadie haga turismo a esas horas.
Nos giramos para acercarnos a la estación y venía un chico de frente, occidental, con pantalones bombachos de colores vivos, de pelo castaño y tez morena…
La verdad es que en estos últimos tres años hemos desarrollado la capacidad de reconocer a simple vista a polacos, ingleses, italianos y, cómo no, a españoles; pero si al aspecto físico le sumas estas palabras: “De TRein EsTeison is Jiar” mientras señala “there”… es español, español. Y si me apuras, tonto del bote, porque otra cosa no sé, pero nosotros también cantamos que somos de donde somos y estábamos hablando en español a un volumen audible por él y para colmo era obvio que la estación estaba ahí, se veía claramente. Pero si lo que quieres es no parecer español y no hablas un inglés que lo disimule pues no abras la boca, más aún si nadie te ha preguntado… He dicho…
Nos sentamos en unos bancos de piedra a esperar. Pero a las siete, no apareció ningún tren, ni ninguna persona más aparte del español no reconocido y un amigo de este. Siete y veinte y nada. Tania se fue a por una botella de agua y volvió con información extra. El de la tienda le había comentado que de normal, si se retrasa, se retrasa puntualmente cuarenta minutos. De modo que seguimos esperando. Aparecieron una pareja de gatos jóvenes y juguetones, que no paraban de saltar de un sitio a otro. También llegaron un hombre mayor y su nieto de unos ocho años, tailandeses y que también se pusieron a esperar, lo cual era buena señal.
En un momento dado se acercó el gato más pequeño y nos pusimos a jugar con él. Unos minutos más tarde, como aún no habíamos desayunado, Tania se fue a buscar un té con algo de picar.
Al ver al felino jugando conmigo, el niño se acercó y también se puso a jugar con el gatillo. Todo estaba siendo muy divertido hasta que el niño me empezaba a señalar constantemente dónde estaban los gatos mientras hacía un ruido gutural y sonreía con bastante intensidad. “Le emocionarán los animalillos”; pensé. Pero el juego iba “in crecendo“ y, cuando yo no estaba mirando, me daba unos golpecitos en el brazo para llamar mi atención y señalarme dónde se había metido el gato. El chaval cogía las cintas colgantes de nuestras mochilas para despertar la curiosidad del animal, que venía corriendo a jugar. Y de nuevo la sonrisa del chaval. Aparecieron dos perros, a cada cual más sarnoso. Otro golpecito, otro dedo señalando, otra sonrisa y otro intento de llamar la atención de los nuevos seres de cuatro patas. “Niño, no llames a los perros que dan más asco que un mojón con patas”. Uno de ellos era perra y tenía la mamas tan colgantes que casi tocaban el suelo, me recordaba a la loba que dicen que amamantó a Rómulo y Remo pero llena de calvas secas, heridas jugosas y pulgas picajosas que se paseaba por los andenes como la reina del lugar. De nuevo los golpecitos, dedo señalando, el gato, la sonrisa… “¿donde coño está el tren?”… golpecito, dedo, perros sarnosos, sonrisa, contención parcial de exceso de baba que le escurría por la comisura de los labios y que se limpiaba con la manga… “Taniaa vuelvee”… golpecito, dedo, gato, sonrisa… “no niño, no te rías que ya no tiene gracia”… mirada en busca de los ojos del abuelo del chaval, que se limpiaba la roña de las uñas con un palillo sin hacer caso de su nieto. Ruido gutural, golpecito, dedo, gato entre las mochilas, sonrisa y exceso de baba incontrolada de la emoción e imposible contención ni tan siquiera parcial de la misma dejando que salga sin control de la boca abierta de oreja a oreja y cayendo, como el esputo de un gigante, al suelo, salpicando una parte de la mochila de la cámara. Levantando la cabeza lentamente hacia el cielo con los ojos cerrados, los dientes apretados y con una aspiración profunda, me contengo de pegarle una patada al gato, al abuelo, al niño o al conductor del tren a la par que un grito desgarrador retumba en mi cabeza.
El niño, con babas por doquier deja de una vez al gato y va hacia su abuelo. Le sigo con la mirada y me encuentro que Tania camina hacia mí con cara de asco: ”¿Lo has visto?” Pero no, su cara de asco no venía por la misma que la mía si no porque en la mano lleva una tacita con el té. Un té rojo, y no me refiero a un Té Rojo de Hornimans si no a un té con leche al que al final le habian añadido algo parecido al pimentón, dándole un color y un olor un tanto raro y que fue directo a la basura pues ninguno de los dos estaba con ánimo de probar.
Golpecito, dedo, sonrisa … “no, otra vez no”… esta vez, el tren. Subimos, nos sentamos, evité la mirada del nieto con su abuelo hasta que ya se hubieron sentado. Le sonreí, me devolvió la sonrisa, me señaló por última vez al gato y me sentí mal por haberme “agobiado” antes pues, el chaval, tan sólo quería jugar.
Y llegamos a Bangkok. Bajamos del tren, buscamos tuc-tuc, negociamos precio, no coló y buscamos a otro que al final, entre gestos de negación, cedió a nuestra propuesta.
Esta vez teníamos el hostal lejos de la ruidosa y caótica Khao San Road, en un sitio con un nombre raro: “Steve Boutique”, que realmente estaba a tomar vientos de la estación de tren, de modo que la negociación del precio de la carrera estuvo bastante bien. De todas formas, aunque nosotros pensemos que hemos conseguido salirnos con la nuestra ellos, siempre ganan. El conductor, o digamos el “tuctero” o “tuctista”, andaba un poco perdido por la zona y aprovechó un semáforo en rojo para preguntarle a un motorista que se había detenido al lado de nosotros.
Me encanta ir en tuc-tuc, con el pelo al viento y flipando en las curvas porque parece siempre que va a volcar… pero no.
Al final llegamos a la supuesta calle, al fondo de la misma, que acababa en una parada muelle del sistema de transporte fluvial que tanto usan en esta ciudad sobre el sucísimo Chao Praya River.
Como no vimos a simple vista el hostal, decidimos que Tania bajara y mirara a ver si lo veía por donde señalaba el “tuctero” mientras yo esperaba en el tuc-tuc con las mochilas para que no nos pasase como la otra vez que estuvimos en Bangkok hace tres años, donde el “tuctista” de entonces nos dejó lejísimos de Chinatown cuando íbamos con los amigos de Las Palmas que nos encontramos por sorpresa.
Tania volvió con cierta incertidumbre, había visto el Esteve Café, y supusimos que al lado estarían las habitaciones. Pagamos a tuctista y fuimos en busca de Esteve, pero al acercarnos al punto desde donde Tania lo había visto y buscar la manera de ir, nos dimos cuenta de que no podíamos pasar, pues un canal nos separaba del otro lado. Pues nada, a dar la vuelta hasta encontrar un puente por el que cruzar.
Once pasos y un traspiés después, nos topamos con un cartel que decía: “STEVE BOUTIQUE” . Lo que son las cosas, si Tania hubiese ido a mirar de cerca cómo ir hasta el Esteve Café, al ver que estaba al otro lado, le habríamos dicho al “tuctero” que nos llevara allí, y al preguntar en el Café nos habrían dicho que era en el otro lado, con lo que tendríamos que haber dado la vuelta de verdad hasta llegar, todo sucede por algo.
En apariencia el sitio estaba muy bien y al poco vimos que las habitaciones también lo estaban para el precio que habíamos pagado. Era una hilera de habitaciones, todas iguales por fuera, de color verde turquesa y con farolillos al lado de la puerta; era un lugar agradable y de muchos mosquitos.
Supongo que alguna vez habéis estado en la típica situación incomoda en la que alguien tiene algo a lo que no se debe mirar pero que sin quererlo miras y piensas constantemente: “¿me habrá visto mirar?”. Por ejemplo, cuando estás hablando con una persona a la que se le va un ojo estrepitosamente y no sabes a cual de los dos mirarle, si al que te está mirando a ti o al que está controlando lo que pasa alrededor.
Me vais a perdona pero me acabo de acordar de un profesor que tuve en el instituto que tenía un ojo para cada lado. Un día se dirigió a los alumnos y dijo levantando las cejas y un poco la barbilla: “A ver tú” y cuatro o cinco chavales en distintas partes de la clase dijimos al unísono: “¿Quién, yo?”. Le llamábamos visión nocturna… Sigo.
Pues en esa situación incomoda estábamos a punto de estar cuando, hacia nosotros, venía una mujer muy escotada, digo escotada por no decir que se le salían los pechos, muy sonriente y a la que le faltaba un ojo… “Madre mía”, pensé, “Tania habla tú mientras yo miro al infinito”. Me sentí fatal. Menudo día, primero el niño-golpecitos-gato-sonrisa-baba y ahora esto.
Voy a hacer un inciso para pedir perdón si alguien se siente ofendido por mis palabras. Mi intención no es reírme de la gente, si no de las situaciones en las que nos encontramos. Para los que me conocen poco o nada, decir que siempre trato de buscar la parte cómica de todo aunque haya veces que no se pueda o deba, pero como suele decirse: “No te tomes la vida tan en serio, total, no vas a salir vivo de ella”.
El barrio donde estábamos era muy tranquilo lleno de puestos callejeros por todos lados, con comida, bebida, peces vivos y angulas en grandes recipientes de plástico, flores, plantas, carne… y, menos mal, no se veían turistas jóvenes y medio borrachos con una cerveza en la mano buscando dónde comer escorpiones fritos como en el centro turístico. Estábamos realmente cansados y tras pagar la habitación nos pegamos una siesta del borrego que nos sentó estupendamente.
Esos dos días que pasamos en Bangkok fueron muy tranquilos,
paseando de un lado otro tratando de pasar desapercibidos, sin conseguirlo, comiendo en puestecillos de la calle,
probando dulces de allí como el plátano frito que estaba muy bueno y otros bollitos.
Cogimos un bus local que nos llevó a un centro comercial que ya habíamos visto la otra vez pero donde hay un aire acondicionado genial y es que estaba apretando mucho el sol.
El centro comercial, Siam Paragon,
es puro lujo, hasta hay una planta dedicada a vehículos de marcas potentes como Maserati,
Rolls Royce,
Ducati,
Lamborghini,
Aston Martin
y hasta coches que creo que ni existen…
Entre paseos, cruzar un puente por la noche sujeto con largas “cuerdas”,
centros comerciales,
comidas, sudores, toma de fotos, aires acondicionados, se nos fueron los días, y ganas teníamos de que pasasen no porque no nos guste Bangkok si no porque nuestro próximo destino nos gusta aún más… Koh Tao.
La verdad es que nos lo pasamos genial leyendo vuestras peripecias, madrugones innecesarios (al no tener en cuenta los retrasos del ferrocarril) y juegos con gatos, perros, niños babosos y sus abuelos indiferentes. Pero nos estamos dando cuenta de que lo único que hacéis es viajar de un lugar a otro, comer «porquerías» y visitar CENTROS COMERCIALES ¿No os basta con el Corte Inglés?. En serio, sabemos que ahora vais a ir a ese sitio tan bonito: Kho Tao o algo así, y eso os resarcirá de todo lo malo. Bueno, le dejo paso a papá que quiere poneros lo suyo.
Hola, niños queridos, nos hemos reído lo nuestro recordando al profe que tenía los ojos como los lenguados, en el mismo lado pero mirando contra el gobierno.
Creemos que en ese Corte Bankiano rifan un Rols, pedirles una papeleta para nosotros a ver si hay suerte.
Las fotos son muy buenas (y a dios). Os hemos mandado un «guasap» del tráfico de esclavos en ese país. Bueno ya está bien que hay que coger el tren mañana. MUCHAS SONRISAS BABOSAS… PERO CON CARIÑO
Buenas padres queridos… Me alegra mucho que os divirtáis leyéndonos. Que dejéis comentarios me da ánimo para seguir escribiendo. De momento no hemos vivido nada malo, son todo cosas que enriquecen el viaje y le dan ese encanto que tiene viajar. Bueno os dejo que voy a escribir un rato más…
Estas dos últimas entradas me han hecho reirme en alto…jeje. Por cierto, transmites muy bien la sensación de agobio total…y las fotos…como siempre muy buenas!! Ah!! Y guapos…muy guapos.
Besetes
Gracias!!!! la verdad es que disfruto escribiendo, pero me lleva tiempo, lo escribo una vez, lo leo, corrijo y lo guardo. Al día siguiente lo vuelvo a leer, corrijo y lo guardo y el tercer día busco las fotos las retoco un poco y vuelvo a leerlo, corregirlo y ya por fin subirlo y la mayor parte de las veces no me convence del todo, porque yo me río y me lo paso bien pero pienso si puede dar a equívoco mis palabras en algún momento o no conseguir transmitir los sentimientos de esos momentos y que se entienda, pero al ver los comentarios de la gente me motiva mogollón… a ver si subo más porque voy un poco retrasado… MUUUAKS tengo tu ultima entrada pendiente de leer…