Y ella dijo; “Hagamos un viaje”. Él, nunca se lo había planteado antes pero le pareció una gran idea. De eso hace ya cuatro años y desde entonces no “han parado la pata quieta”, como dicen en su tierra por “adopción”. Aquella frase fue el desencadenante del gusto por viajar, del gusto por conocer sitios nuevos y probar sus comidas típicas pero, sobretodo, del gusto y la necesidad de vivir aventuras y no quedarse estancados.
El primer viaje, de algo más de cuatro meses, les llevó por la India, Nepal, Tailandia, Malasia, Indonesia y Singapur. En él, descubrieron su lado asiático, y por ello, el segundo viaje, de tres meses y algo, les llevó de nuevo por esos lares para conocer más profundamente Tailandia, recorrer un nuevo destino, Myanmar (Birmania) y acabar de nuevo en Nepal, haciendo un trekking de altura, conociendo a un familiar lejano y viviendo la peor experiencia de sus vidas; el terremoto que azotó el país en abril de 2015.
Este año, se han propuesto un nuevo periplo que está a punto de dar comienzo, pero tan sólo con el billete de ida en las manos y una idea en la cabeza, visitar todo lo que sea posible, hasta que el cuerpo o las ganas aguanten.
Cada aventura necesita una planificación y una serie de cosas previas; unas, recomendables; como las vacunas, guías, permiso de conducir internacional, compra de material…
y otras, obligatorias si quieres entrar a determinados países; los visados. Como la intención es empezar haciendo el Transiberiano, hay tres visados que son necesarios: el Ruso, el Mongol y el Chino.
La Embajada Rusa, situada en Madrid, delega la tramitación del visado en una empresa privada que se dedica solamente a eso, La Central de Visados Rusos (llamémosla CVR para abreviar). Siempre hay que rellenar unos cuantos papeles básicos y lógicos para cualquier visado y cada país tiene sus otros requisitos a parte de los básicos.
Juan, tras haberse informado en la web de la CVR de lo que hacía falta y, pese haber leído un sin fin de foros en internet en los que decían, sobretodo, que los trabajadores de la CVR eran más secos y más difíciles de tragar que un bocata de polvorones, se personó allí con la intención de que le esclarecieran qué era eso de conseguir una carta de invitación dada por el hotel en el que se fuesen a quedar para poder entrar en Rusia. La CVR estaba de reformas en la puerta de entrada, pero una vez esquivados los trabajadores y evitando pasar por debajo de una escalera, no, Juan no era supersticioso pero mejor no pasar por ahí, entró. La oficina tenía cuatro ventanillas al fondo, de las cuales sólo dos estaban abiertas. Delante de las ventanillas, una alargada mesa baja hacía de “oficina” de información. De vez en cuando, tras ella, aparecía una mujer mayor, delgada y bastante arrugada, con un rostro tan duro como el del actor Dolh Lundgren, de pelo corto y gris y con más mala leche que Chuck Norris teniendo un mal día. Juan se acercó temeroso a esa mujer que acababa de arrancarle la cabeza a la anterior persona que le preguntó una obviedad sobre el visado pero, increíblemente, Grabiela, que era como se llamaba, le miró con una sonrisa, pero no con una sonrisa sincera. Tras esos dientes amarillentos que asomaban entre unos escasos labios de un color mortecino, se escondían la hoz y el martillo con los que podía dejarte secos en un abrir y cerrar de ojos. Grabiela le explicó de buenas a primeras, de carrerilla y con un muy buen acento español con algunos dejes rusos, cómo se debían hacer las cosas. Una vez acabada la retahíla de palabras, Juan pudo formular su pregunta: “¿La carta de invitación del hotel, cómo se consigue, la debe facilitar el hostal en el que nos hospedemos?” ; “¿Hostal? Ha de ser un hotel y no, no están obligados a dártela si no quieren y además pueden… ¡Disculpe caballero!» – vociferó de repente la señora señalando a un hombre que había detrás de Juan – «coja número ahí, siéntese allí y espere su turno en silencio» – Grabiela siguió con la mirada los pasos de aquel hombre hasta que se hubo sentado y prosiguió – «… decía que pueden cobrártelo” ; “¿Y si…?” – empezó a decir Juan sin atreverse a continuar con la pregunta ya que la mujer puso ambas manos sobre la mesa, se inclinó un poco hacia él de una manera suave pero amenazante y con un ligero cabeceo le dio a entender que se acercara un poco más – “Puedes conseguir la carta de invitación en internet pagando una pequeña cantidad, sin necesidad de tener un hotel, pero yo, más, no te puedo decir”. Ambos se incorporaron, Juan le agradeció la información, ella asintió con una sonrisa, él se giró, salió por la puerta esquivando la escalera y desde la calle oyó gritar a Grabiela: “¡Siguiente!… ¡siguiente por favor, no tenemos todo el día”.
A las nueve treinta y tres de la mañana del día siguiente, Juan se encontraba en un café rellenando por internet tanto su formulario como el de Tania, sacando la carta de invitación, buscando un sitio para hacerse unas fotos (llevaba una de Tania en la cartera), imprimirlo todo en algún lugar y un sin fin de cosas que habría hecho sin problema alguno si hubiera dormido un poco mejor la pasada noche pero, el calor fue insoportable, las pesadillas con Grabiela, tensas, la sensación de que se iba a quedar dormido y que no llegaría a tiempo, una constante y el sonido de un mosquito que le zumbaba en los oídos en cuanto conciliaba el sueño, una tortura. Aunque el café que se estaba tomando era fuerte, no consiguió espabilarle lo suficiente como para que no metiera la pata un par de veces en los formularios y tuviera que empezar de nuevo. Poco a poco la hora se le iba echando encima y poco a poco el calor se iba haciendo más intenso, pero aún con esas, llegó dieciséis minutos antes de que cerraran la CVR, aunque no le sirvió de mucho: “Podías haber llegado un poco más tarde” – le dijo Grabiela con cierta gracia. Él asintió: “Si la verdad. Vengo mejor esta tarde”. La mujer asintió y le dijo la hora a la que abrían.
Dieron las cuatro y dos minutos y Juan volvía a entrar por la puerta, ya arreglada, con la panza llena y dispuesto a entregar todos los papeles de una vez… él y unas treinta y dos personas más que habían llegado a las cuatro en punto. Grabiela le dedicó una sonrisa y un: “Hombre, tú por aquí”. “No sí, al final esta tía va a tener sentido del humor.” – Pensó Juan. Llegó su turno, una mujer delgada de nariz larga y puntiaguda, tetuda, vestida con ropa mínimo de los ochenta y con una escoba de madera, la típica de las brujas, por pelo y un flequillo prominente, le daba la bienvenida como si le molestase hacerlo. Juan le entregó los papeles: “Te has confundido a la horra de rrellenar el forrmularrio, has puesto estas fechas y eso suma trreinta y dos días, tienes que volverr a rellenarrlo y que pongan trreinta días máximo” esta sí que tenía acento ruso; “¿No me diga, otra vez?” La pelo escoba le miró, miró detrás de él a un grupo de personas que estaban hablando y subían el tono de voz progresivamente y se quedó callada con cara de pocos amigos. Miró a su compañera de la ventanilla de al lado; una china de pelo lacio y negro, la típica que le cuelga el pelo desde las sienes hasta las clavículas dando la sensación de tener la cara muy fina. De repente, ambas se pusieron a hablar en ruso, rieron, se levantó Pelo Escoba y dijo con un tono serio: “Grabiela ¿les has explicado a los señorres prresentes en la sala que si alborrotan, nosotrras no podemos trrabajarr bien y tarrdamos más en atenderrles?”. Y se hizo el silencio. La rusa volvió a prestar atención a Juan y con una sonrisa le dijo que ella arreglaba el error a mano y ya. Siguió revisando los papeles, le faltaba uno por rellenar; el papel del seguro que se iban a hacer a través de la CVR y que estaban en la mesa de información. Los rellenó saliéndose de la cola y al poco volvió. Le faltaba la firma de Tania en ese mismo papel, se inventó que ella estaba en el coche fuera, salió y firmó por Tania sentado en un banco enfrente. Entró de nuevo, Pelo Escoba los volvió a chequear ya con cierta guasa. Cuando sólo faltaba pagarlo todo, le dijeron que el seguro debía ser en efectivo y no tenía ni un centimo. Fue al cajero, volvió, lo pagó todo y un golpe de sello dio por terminada la entrega de los papeles del visado ruso. Les emplazaban diez días más tarde para recoger los pasaportes con todo ya listo para viajar a Moscú.
El visado Mongol había que solicitarlo en la Embajada Mongola de Barcelona, pero dada la complejidad del asunto decidieron que se lo sacarían en Rusia como habían leído que se podía hacer.
Pasaron esos diez días, ambos, fueron a recoger los pasaportes en la CVR con el visado ya pegado y esa misma noche empezaron a rellenar lo necesario para solicitar el visado chino en su Embajada correspondiente al día siguiente. Tras pasar más de tres horas rellenándolo todo, imprimiendo un buen puñado de hojas, fotocopiando mil documentos, detallando falsamente la ruta a seguir por el país, y otro largo etcétera, se fueron a la cama pensando que lo tenían todo bien hecho.
Llegaron a la Embajada China, justo a la hora de la cita, y entregaron todos esos papeles, la secretaria con la cara más inexpresiva del mundo les dijo con un fuerte acento chino: “¿Cómo vais a entlal en China?» ; “En tren, en el transiberiano” – contestaron Tania y Juan casi al unísono ; “Necesito un billete de avión de entlada y otlo de salida de China” ; “El de salida es esa hoja de ahí” – señaló Juan a través del cristal que les separaba de la secretaria. Pero eso no era cierto, pensaban salir del país en tren, pero hicieron una reserva de avión, que nunca confirmaron, para que no les pusieran trabas como se habían informado la noche anterior y eso coló. “Ah vale, pelo necesito la leselva del vuelo de entlada” – respondió la chica mirando el folio que Juan le había señalado – “Es que vamos a entrar en tren desde Mongolia, desde Ulan Ude” – Dijo Tania algo extrañada. Pero la señorita seguía en sus trece pidiéndoles el billete de avión de entrada a China. Ambos se miraron, no entendía porqué les pedían eso como requisito indispensable cuando ya le habían dicho que iban a entrar en tren. Ante sus miradas, la secretaria les preguntó: “¿Desde dónde empezáis el tlansibeliano?” ; “Desde Moscú” – contestaron – “Pues entonces necesito la leselva de avión de entlada a Lusia”. Ellos no daban crédito a las exigencias de aquella mujer, y encima no tenían pillado ese billete por lo que no podían enseñarlo, pero aún teniéndolo, no se lo hubieran enseñado: “¿Pero qué tiene que ver cómo entre yo a Rusia con la entrada a China?” – dijo Juan algo indignado – “Necesito un vuelo intelnacional” – Respondió la asiática con la mirada perdida en el infinito – “Pero ¿y si entramos a Rusia en tren?” – Dijo Tania – “Necesito un vuelo intelnacional” – Repitió como un robot, calló unos segundos y continuó – “Si no me justifican un vuelo intelnacional no les puedo dal la Visa” – Diciendo esto, les pasó todas las hojas por la ranura de la ventanilla de cristal y pulsó el botón que llamaba al siguiente número sin mirarles a la cara. El cabreo con el que salieron de la Embajada China fue monumental, hasta se les quitaron las ganas de ir a ese país ¿por qué tantas exigencias para entrar? ¿quién quiere entrar a China y quedarse de ilegal allí? pero la mayor de las preguntas era ¿por qué en algunas zonas de China, como Hong Kong, no hace falta visado? pensaban mientras volvían a casa. La única opción que les quedaba si querían entrar a China era solicitar la visa en la misma ciudad en la que iban a pedir el visado Mongol, Irkust, Rusia, pero eso, será dentro de «veintialgún» días.
Jueves 26 de Agosto, 5:25 de la mañana, aeropuerto de Manises, mochilas cargadas en ristre, billetes y pasaportes en mano, pese a no ser la primera vez que hacían un largo viaje, los nervios y las ganas de volver a sentir esa sensación al pisar tierra desconocida, iban in crescendo. Aquí empieza su nueva aventura…
Jajajaja Menuda historia para viajar y vaya de movidas que te piden chico. Desde que lei lo de la china el resto lo lei todo en modo chino poniendoles eles a todas las erres, no se porque!
Un abrazo, cuidense mucho y a disfrutar!
Franín!!! gracias por leernos!!! En breve subiré otro post y por cierto, cuando escribía lo de la china luego me costó no poner eles en las erres jajajajajajaj.
Muy bueno chicos, instructivo y divertido a la vez, promete…
Os seguiré los pasos y quizás os pide que me traigáis algo !!! (es broma)
Mucha suerte y un abrazo,
JAJAJAJAJA Gracias Gregorio!!!!
Me gusta el nuevo enfoque…el narrador. Muy bien escrito. Besetes