EL VUELO
El despertador sonó a las 4:03 de la mañana, pero casi que no habría hecho falta que lo hubieran puesto pues apenas pegaron ojo esa noche con los nervios del viaje. El padre de Tania les acercó al aeropuerto. Tras las despedidas, entraron en la Terminal, a eso de las 4:41, buscando la ventanilla de facturación de Iberia. Todo iba bien hasta que el auxiliar de vuelo, un hombre de unos cuarenta y tantos años, canoso y con más cara de sueño que ellos, les dijo de repente: “¿Y el billete de vuelta?” – No podía ser ¿de nuevo esa cantinela del billete de salida? – “Solo tenemos el de ida porque no sabemos cuándo vamos a volver, a parte que saldremos en tren porque vamos a hacer el transiberiano” – Contestó Tania – “Pues necesito ese billete de tren para que podáis subir al avión” – Entre el sueño que tenían, lo poco que les gustaba coger un avión con escala de cuatro horas en Madrid hasta que saliera el de Moscú y que encima les tocaran las narices, no era lo que más les apetecía en ese momento. “¿Para qué necesita saber Iberia cómo vamos a salir de Rusia? » – Preguntó Juan – “No es que lo necesite saber Iberia, es que te lo van a pedir a la entrada de Rusia y sino, no te van a dejar entrar y te mandarán de nuevo a España” ; “Vamos a ver, cuando solicité el visado en la CVR de Madrid especifiqué que íbamos a hacer el Transiberiano y supongo que en los datos del visado lo pondrá” , “Puede ser, pero es que el visado está en Ruso” ; “Y ¿en qué idioma va a estar, en Valenciano?” – Pensó en decir Juan – “Normal” – Fue lo que realmente dijo mientras le clavaba la mirada con los párpados a media asta. – “Pero entonces yo no lo puedo saber y no les debería dejar subir, pero lo voy a consultar con la supervisora”. Estaban dando ya las 5:07 y el embarque era a las y media y la cosa no parecía que fuera a acabar pronto. El auxiliar vino con su compañera, un mujer alta y delgada, con el pelo rizado y unos brackets que no le permitían cerrar del todo la boca y que les decía más de lo mismo: “¿Me vais a hacer comprar el billete ahora de prisa y corriendo?” – Preguntó Tania conteniendo los nervios. La mujer la acompañó a una oficina de la compañía para que pillase los billetes en sus ordenadores mientras Juan se quedaba atrás recogiendo las mochilas y saliendo de la cola. Cuando llegó a la pequeña habitación, Tania estaba bloqueada, no sabía bien ni cuándo, ni cómo, ni dónde debía pillar los tíquets pero sobretodo, el porqué debía hacerlo a toda prisa. Salió y se sentó en un banco muy nerviosa mientras Juan volvía a hablar con el auxiliar de vuelo para decirle que por lo menos les dejaran volar hasta Madrid y que desde allí llamarían a la Embajada Rusa para solucionar el problema. Hasta las narices de todo, Tania empezó a comentar a la supervisora que esto no podía ser y que iba a poner una queja pues les estaban haciendo perder el vuelo con cosas que no eran competencia de la compañía. Los empleados de Iberia, al oír la palabra “queja”, cambiaron radicalmente de opinión: “Bueno, vamos a ver qué se puede hacer, porque no creo que les vayan a poner problemas a la hora de entrar en Rusia ya que lo más seguro es que la información de la salida en tren esté incluida en la Visa y nosotros no sepamos dónde, y mientras esperáis en Madrid podéis llamar a la CVR para preguntarlo”. Ambos se miraron con los ojos abiertos como platos, es lo que llevaban diciendo ellos desde el principio – “Pues te facturo por orden de la jefa las maletas hasta Moscú directamente…” – comentó el hombre de facturación – “… Tomad los billetes y corred que tenéis que pasar el control e ir al otro extremo del aeropuerto, a la puerta de embarque R y son las 5:22”. Y ahora les metían prisas para embarcar, pero bueno, al menos les iban a dejar volar. Se giraron con las mochilas de nuevo a la espalda, con los billetes en la mano y salieron corriendo hacia la cola para pasar el control. Habían cogido muchos vuelos en ese aeropuerto pero nunca lo habían visto con tanta gente. “Pregúntale a la chica esa si podemos pasar mientras yo me espero en la cola” – Dijo Tania señalando a una mujer que cogía los billetes y los pasaba por el lector. Juan, con todo el morro, fue sorteando a la gente que le miraban mal por colarse tan descaradamente, hasta llegar a la chica: “Perdone, vamos muy justos de tiempo ¿le importaría pasarnos?” – Ella asintió, Juan buscó a Tania y pasaron ahorrándose un mínimo quince minutos de espera. Cogieron las bandejas, se quitaron lo metálico, Juan las botas, sacaron el ordenador, y esperaron a que les tocara pasar, pero no pasaban, la cola no avanzaba, se deslizaron entre la gente a otra menos concurrida, pusieron sus cosas en la cinta transportadora, pasaron el control y Juan pitó, “¡No me digas! Siempre igual” – Exclamó para sus adentros. Esperó un momento, le hicieron las pruebas de manipulación de explosivos, dio negativo, fue a por la mochila de la cámara y a la carrera de nuevo pasando entre las tiendas, las cafeterías, unas cuantas puertas de embarque y a las 5:37 hacían la ultima de las colas para subir al avión. La supervisora estaba revisando los billetes, les deseó buen vuelo y mucha suerte con la entrada a Rusia.
Ya más tranquilos, pero con la mosca tras la oreja por lo que pudiera pasar a la entrada de Moscú, caminaban hacia el pequeño avión que les llevaría a Madrid: “Mira quién está ahí” – Dijo Tania mientras subían las escaleras del avión – “Es Estela”.
Estela era una amiga de la tía de Tania, que trabajaba de sobrecargo en Iberia. Alegremente la saludaron, le comentaron lo que les acababa de pasar rápidamente y se sentaron en sus sitios, pero por poco tiempo porque, Estela, les pasó a primera clase, les dio una almohada y una mantita, durante el vuelo les ofreció un café y unas galletas y a Juan la posibilidad de pasar a la cabina de los pilotos a ver el aterrizaje in situ. Los pilotos llevaban más de veinte años volando (no seguidos), uno fue piloto de aviones de carga y el otro de cazas en el ejército. La cabina estaba a rebosar de botones, lucecitas y pantallitas y Juan se acomodó en un asiento plegable anclado a la puerta de la cabina y no paró de preguntar cosas, se sintió como un niño y disfrutó del momento hasta que el avión paró del todo.
Ya en Barajas, se sentaron y se pusieron manos a la obra para tratar de solucionar lo del visado. Eran las siete y poco de la mañana, muy pronto para llamar a la CVR o la Embajada y decidieron buscar tranquilamente un tren para salir de Rusia que les cuadrara en las fechas. Tenían que salir del país antes del diecisiete de Septiembre pues la visa les expiraba. Tras mucho buscar, encontraron uno para el quince y procedieron al pago y reserva, que no se la confirmarían hasta dos horas después.
Cuando dieron las 9:33, llamaron a la CVR. Les saltaba una locución con los horarios y servicios de la Central y se cortaba, así un par de veces. Llamaron a la Embajada, pero la mujer que les atendió a la undécima llamada, les dijo que ella no sabía nada del tema y colgó. Se acercaba la hora de embarcar y no habían conseguido hablar con nadie que les informara bien y tampoco habían recibido el mensaje de confirmación de la reserva en esas tres horas de espera.
Subieron al avión nerviosos pero antes de despegar, ambos se quedaron dormidos.
Juan se despertó con dolor de cuello, la boca seca y hecho un cuatro en su asiento. Tania miraba por la ventanilla admirando las nevadas montañas que supusieron eran los Alpes y al poco les trajeron la comida.
El resto del vuelo se les hizo, largo, incómodo, pesado y aburrido, hasta se pusieron a hacer un Sudoku y no daban pie con bola.
Cuando el piloto anunció que estaban a punto de aterrizar, ambos suspiraron aliviados. Bajaron del avión, caminaron por los pasillos del Aeropuerto de Domodedovo hasta la cola de inmigración. Tania pasó la primera por ventanilla. La oficial que la atendió era una mujer muy seria, pelo escoba, de facciones duras, con un uniforme de chaqueta azul claro y miraba el Pasaporte con minuciosidad para que no se le escapara detalle y fue eso lo que hizo que Tania se pusiera algo nerviosa. Juan pasó dos minutos después y dos puestos a la derecha de Tania. Fugazmente se miraban para comprobar que ninguno tenía problemas con lo del billete de salida: “Priviet” – Dijo Juan nada más llegar a la ventanilla mientras extendía la mano para darle el Pasaporte a la señorita de rostro pálido, cara enjuta, labios pequeños y finos, ojos juntos y, por supuesto, pelo escoba que tenía en frente. Al no responderle y ni siquiera mirarle, volvió a decir: “Príviet? is it correct?” ; “Yes, welcome” – Contestó la agente de aduanas sin mirarle a la cara. Acto seguido le dijo algo a la compañera que tenía a su lado y ambas rieron. La pelo escoba de Tania no dejaba de mirarla, ojear el pasaporte, teclear en su ordenador y de repente, levantó el documento a la altura de los ojos. Lo miraba y miraba a Tania, lo volvía a mirar y de nuevo a Tania: “Smile” dijo seriamente. Tania frunció el ceño y sonrió de la forma más forzada que nunca había hecho.
Ambas señoritas sacaron un papelito a cada uno para que firmara, lo sellaron, se lo metieron en el pasaporte y se lo entregaron, todo, sin ningún problema, sin ninguna petición de billete de tren, de avión, de bus o de bici que indicara el día, ni el lugar, ni la hora de salida del país.
Madre mía. ..qué nervios!!! Qué ppco me gusta la burocracia…y más cuando nada está claro, cuando la información es distinta según la ventanilla en la que preguntes…si vamos allí de viaje tendremos que estudiar concienzudamente el blog..jeje.
Con preguntarnos basta jajajajajajaja
Hola chicos! soy la compañera con la que hacían Yoga aéreo (la chica rubia)
Llevaba varios días acordándome de ustedes y ayer, por fin tuve un ratito para ponerme al día con esa fantástica aventura que están viviendo.
Vaya aventura con los visados y todavía sin empezar el viaje jajaja, me ha sorprendido mucho lo “cuadriculados” que han sido tanto en la embajada China (a la hora de pedir los visados), como en la compañía aérea a la hora de salir de España. Con respecto a esto les puedo dar una opción que a lo mejor desconocen, las compañías aéreas se ponen tan “pesadas” exigiendo un billete de salida del país porque, en caso de que ustedes tuvieran algún problema a la hora de entrar al país de destino, es la propia compañía la responsable de hacerlos regresar a su país de origen. Claro, es un coste que tiene que asumir la aerolínea, por lo que ellos siempre se querrán asegurar que el pasajero tiene la vuelta “comprada” aunque sean semanas o meses más tarde. Para evitar conflictos o situaciones desagradables, una posible solución es decirle a la compañía que están dispuestos a firmar un pliego en el que quitan la responsabilidad a la compañía aérea en caso de tener que regresar a origen por problemas al acceder al país. No sé si me he explicado bien o me he liado mucho jejeje. Ya están en el país y no han tenido ningún problema, pero quería comentarlo por si les surge nuevamente algún problema similar.
Hola Yorei!!! qué bueno que nos sigas!!! nos hace mucha ilusión. Muchas gracias por tu comentario, ahora entendemos porqué se ponían tan pesados y guay por si nos pasa de nuevo, esperemos que no jejeje.
Sigues yendo a yoga? da recuerdos a Doris. Un besazo de los dos!!!